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Hace (58) meses
El Jamón se convirtió en vampiro
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El líder de la Unión Tepito, Pedro Ramírez Pérez, alias “El Jamón”, acabó convertido en un vampiro. No abandonaba el fraccionamiento cerrado en el que se había refugiado, sino hasta las dos o las tres de la madrugada. A esa hora se reunía en bares con sus operadores, recibía dinero y giraba instrucciones. Regresaba a su domicilio antes de la salida del sol.

Para no ser ubicado, evitaba a toda costa hacer llamadas telefónicas. Solo encendía su celular de madrugada, durante unas cuantas horas. Unas semanas antes de su detención, “El Jamón” había ordenado el asesinato de uno de sus colaboradores, el vendedor de drogas Víctor Alor, “El Alor”, a quien había detectado en tratos con su mayor enemigo: Jorge Flores Concha, “El Tortas”, líder de la Fuerza Anti-Unión.

Tras la cascada de muertes y detenciones que sacudió a la Unión Tepito en los últimos meses, “El Jamón” temía que sus hombres cambiaran de bando. Creyó que la muerte de “Alor” serviría de escarmiento. Sicarios bajo sus órdenes citaron al “Alor” en el Sonora Grill de Narvarte, con el pretexto de ofrecerle un negocio de 50 mil pesos. Otro cómplice, que tenía la instrucción de ir “disfrazado de oficinista”, se acercaría desde una mesa contigua y le dispararía al vendedor de droga en la cabeza.

El plan, no se sabe bien por qué, tuvo que ser abortado. Pero al “Alor” lo acribillaron a principios de mayo en Iztapalapa: los gatilleros de “El Jamón” le llamaron por teléfono para invitarle unos tacos: cuando él salió de la casa de su novia para acudir a la cita, un desconocido se acercó de frente y lo cosió a tiros.

Apartado del trabajo en campo, “El Jamón” delegó la operación de la Unión Tepito en uno de sus hermanos, José Alberto, apodado “El Chepe”. La Agencia de Investigación Criminal (AIC) de la Fiscalía General de la República cree que “El Chepe” fue herido en el estómago en un enfrentamiento, y que tuvo que ser internado en un hospital, bajo una identidad falsa. Las últimas semanas fueron difíciles para “El Jamón”. De acuerdo con investigadores de la AIC, salía solo por las madrugadas a bordo de un Vento, y lleno de desconfianza visitaba sitios en los que acordaba con el sicario encargado de manejar las células armadas de la Unión en la ciudad: un sujeto apodado “El Lenin”.

Dos agentes de la AIC, que fingieron ser una pareja de recién casados, rentaron una casa en el fraccionamiento en que vivía Ramírez Pérez, y se mudaron “con todo y perro”. El fraccionamiento cuenta con vigilancia privada y sistema de cámaras: los encargados de custodiar la entrada toman fotos de los visitantes, y de sus licencias de conducir.

Aunque solía desplazarse con extrema cautela, “El Jamón” era fácilmente identificable. Solía vestir de blanco de pies a cabeza, pues estaba en vías de convertirse en Babalao, sacerdote de la santería capaz de conocer el pasado, el presente… el futuro.

La AIC lo siguió varias veces hasta un domicilio de la colonia Agrícola Oriental, en el que acostumbraba reunirse con su padrino, y del que con frecuencia entraban y salían otros santeros. Aquella madrugada, “El Jamón” no pudo adivinar el futuro. Sus falsos vecinos habían logrado colocar un GPS en su vehículo. La AIC advirtió cuando “El Jamón” regresaba. Lo vieron entrar. Esperaron a que se instalara.

El operativo inició a las 3:30 de la madrugada, la misma hora en que otro equipo de federales irrumpía en el domicilio de Jorge Flores, “El Tortas”, líder de la Fuerza Anti Unión.

“El Jamón” oyó ruidos, se asomó a la ventana, entendió lo que estaba ocurriendo y corrió las cortinas. Acababa de encender unas veladoras y de matar a unas palomas. Un agente dice que había estado rezando en un altar santero ubicado en la planta baja.

Tenía muebles aún empaquetados, una cocina grande y lujosa en la que no había rastros de actividad.

Amparado en una red de corrupción oficial que le facilitaba información sobre operativos, y eliminaba indicios cuando su gente era puesta a disposición de las autoridades, “El Jamón” había tendido una estela de sangre en Cuauhtémoc, Miguel Hidalgo, Venustiano Carranza, Azcapotzalco, Gustavo A. Madero, Benito Juárez, Iztacalco, Iztapalapa, Álvaro Obregón, Cuajimalpa, Coyoacán, Naucalpan y Atizpán.

Cuando vio que habían llegado por él, solo se le ocurrió preguntar si era “El Lenin” el que lo había traicionado.

 

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