En enero de 1995 el presidente Zedillo cometió el error de pedirle al gobernador de Chiapas, Eduardo Robledo Rincón, su renuncia al cargo para satisfacer una exigencia del Subcomandante Marcos; lo que logró fue meter a Chiapas en un ciclo de inestabilidad política cuyas secuelas aún están presentes. En el año 2000 el desfase de fechas entre la elección presidencial y la local provocó la derrota de Sami David, candidato del PRI, y la victoria de Pablo Salazar, que brincó del PRI a encabezar una alianza del PRD-PAN y otros partidos.

En 2006 la historia se repitió, esa vez con Juan Sabines Guerrero de candidato de una alianza todos contra el PRI. Seis años más tarde el PRI cedió al PVEM la candidatura, que recayó en el senador verde Manuel Velasco, quien arrasó al obtener, sumados los votos por los partidos que lo apoyaron, 67% del total.

A partir de la victoria de Velasco, nieto del ex gobernador del mismo nombre, el PVEM presume de contar en Chiapas con una estructura insuperable para fines de control político, lo que ahora ha provocado un serio conflicto entre los verdes y el PRI por la postulación del candidato a gobernador. El dirigente del Verde en Chiapas, Eduardo Ramírez, amenaza con renunciar y brincar a otro partido en caso de que no se le otorgue la candidatura.

El PRI decidió criar verdes en Chiapas y hoy le quieren sacar los ojos y las candidaturas, en el pecado lleva la penitencia. Lo cierto es que la supuesta estructura del PVEM en ese estado es producto del trasvase de dirigentes locales del PRI al PVEM, mediante prebendas y sobornos, que entre 2012 y hoy se produjo sin que la dirección nacional y estatal del tricolor hiciera mayor cosa para impedirlo. Recordemos que hace tres años, con motivo de la elección local intermedia, hubo numerosos pleitos entre expriístas vestidos de verde y los que en el PRI se quedaron, que en algunos casos terminaron a balazos.

César Camacho, entonces presidente del PRI, me comentó que en Chiapas había un asalto contra el PRI, auspiciado, digo yo, desde el Palacio de Gobierno.

Lo cierto es que el PVEM está lejos de contar con la estructura de que presume; los votos de hace seis años se explican por el trasvase de sufragios hacia el Verde, así como por la compra y coacción de votos desplegada con impudicia, con apoyo del ex gobernador Sabines.
Las cuentas son que del 67% obtenido en 2012 por Velasco, 30 puntos porcentuales los recibió del PRI y 32 del PVEM, el Panal aportó el resto. En 2006 fue el PRI quien más votos aportó, aunque su candidato, José Antonio Aguilar Bodegas, perdió por menos de un punto.

En Chiapas hemos visto, elección tras elección, el despliegue de operativos de control del voto mediante el masivo despliegue de recursos partidistas y gubernamentales, sin que las autoridades electorales se den por enteradas de lo que ocurre a plena luz del día. En el colmo del descaro, hace tres años consejeros del instituto electoral chiapaneco se coludieron para hacer fraude en la elección del diputado migrante en favor del PVEM y para eludir el cumplimiento de la paridad de género; meses después fueron destituidos, por orden del TEPJF.

En Chiapas, como en otros estados, los consejeros y magistrados electorales locales se encuentran bajo el control del gobernador; por más que en el INE pregonan una y otra vez la imparcialidad de los que eligen para consejeros, y en el Senado para magistrados electorales.

Lo cierto es que el criterio de cuotas provoca, en todos los estados, la ausencia de independencia y autonomía de esos funcionarios.
Aunque la rebelión del dirigente verde en Chiapas no amenaza la coalición para la presidencial, da cuenta de los costos que el PRI tiene que pagar por los votos del partido canalla, al que el INE acaba de volver a multar, ahora por desvío de recursos en beneficio de personas no identificadas, mediante la simulación de servicios de vuelo pagados y no usados.

¿Cuánto vale hoy el Verde? Quizá no más de 3 puntos de la votación nacional, pero el PRI cree que eso hace la diferencia.