El secretario de Estado de Estados Unidos, Rex Tillerson, llegó a México y sólo necesitó unas cuantas horas para recontraconfirmar líneas de conducta del gobierno mexicano respecto de su posición política tanto en México como en el plano internacional. De hecho, lo único claro es lo que dijo el funcionario estadunidense porque lo que hayan externado funcionarios mexicanos sale sobrando.

En ese tenor, Tillerson fue franco en un tema, aunque éste se contradiga con la postura del gobierno del presidente estadunidense Donald Trump, en cuanto a las presuntas injerencias del gobierno ruso en las elecciones presidenciales de 2016 en la unión americana, donde triunfó Trump por encima de la candidata demócrata Hillary Clinton; intromisión que hasta el momento no ha sido probada por los demócratas, quienes son los acusadores. Pero la contradicción es nada para la mentalidad imperial que anida en los grupos de poder de la potencia norteamericana; Tillerson integra uno de esos grupos.

Valido de informaciones indocumentadas de varios periódicos estadunidenses, las cuales vienen a ser plenos rumores con expansión mediática interesada, Rex recomendó a los funcionarios del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto estar alertas ante las posibles intromisiones rusas en las próximas elecciones federales por la Presidencia de la República en México. Esto, claro, es parte del paquete de auténticas intromisiones del gobierno de Estados Unidos en el quehacer público de México, pues la recomendación se suma a la observación de John Kelly, también cercano colaborador de Donald Trump, quien sostuvo que a México no le “convenía” un gobierno de izquierda, como le llaman a los gobiernos que se apartan de las líneas de conducción de la potencia estadunidense.

La tirada de línea de Rex está dirigida contra el único candidato que ha peleado por la Presidencia mexicana desde hace 12 años, con propuestas que ostensiblemente se apartan del régimen neoliberal impuesto a México por etapas desde hace más de 50 años. Este candidato no es otro que Andrés Manuel López Obrador quien no ha bajado de las preferencias electorales durante esos 12 años y que ahora, otra vez, puede ser elegido en las urnas en julio de este año y, quizás, nuevamente trampeado por los consejeros y magistrados electorales.

Y mientras los mexicanos también recontraconfirmamos las injerencias del gobierno estadunidense en los comicios federales mexicanos (no hay que olvidar a ese vicepresidente estadunidense, con Barack Obama de presidente, que llegó a México para ser una especie de sinodal de los candidatos presidenciales mexicanos en 2012), Tillerson también fue franco en su malquerencia contra el presidente venezolano Nicolás Maduro, a quien advirtió de un “posible levantamiento militar” para derrocarlo, además de la ya añeja confrontación que las élites estadunidenses mantienen contra la Revolución Cubana que no han acabado de digerir, luego de más de 50 años, pese al teatro de salida que realizó el expresidente Barack Obama al reanudar relaciones diplomáticas con el gobierno cubano, pero sin nada hacer para que legisladores gringos levantaran el ilegal embargo económico que impusieron a la isla durante ese largo medio siglo.

En su paquete, Rex Tillerson también mostró la inconformidad del gobierno estadunidense por la llegada de inversiones e influencias chinas y rusas a países latinoamericanos, con lo cual hizo recordar que América es para las élites estadunidenses, nada más. De hecho, el funcionario dan a entender que las tres grandes potencias (Estados Unidos, China y Rusia) se repartirán el mundo en amplias zonas de influencia.