Debate: lo que no debe faltar
 
Hace (71) meses
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Contra la descalificación, la pro- puesta; contra el ataque, el contraste de ofertas; contra el infun- dio, la prueba. Son tres principios que deberían regir el primer debate presidencial, que este domingo 22 estrena formato con tres moderadores y la interacción entre candidatos. Ya sabemos que a Andrés Manuel López Obrador se le imputa, además de su mesianismo y su talante autoritario, pretender implantar un populismo al estilo de Chávez y Maduro; también, que se le reprocha no haber trabajado durante 12 años, excepto en la promoción de su candidatura, así como plantear políticas que conducirían a un pasado indeseable.

Ya sabemos que a Ricardo Anaya se le vincula con presunto lavado de dinero y operaciones irregulares con un inmueble; también, que se le acusa de lucrar con puestos públicos e impulsar los “moches” en el Congreso, además de haber traicionado principios y aliados en la búsqueda de su candidatura presidencial y del control del PAN, así como de haber impulsado un frente “contra natura”.

Ya sabemos también que José Antonio Meade lleva sobre sus espaldas el peso tremendo de un gobierno inmerso en la corrupción y que tiene al menos culpa in vigilando por no haber hecho lo necesario para indagar los actos de corrupción en la Secretaría de Desarrollo Social de la que fue titular, ni para procesar a los responsables de mayor rango; y también es pública su responsabilidad en la determinación de la política de precios de la gasolina.

Todo eso lo sabemos, pero nada de eso debiera ser el centro de los debates. Es decir, resulta deseable que los debates no giren en los ataques ad hominem, sino se concentren en las propuestas de políticas públicas, en el planteamiento de programas de gobierno, en la exposición de diagnóstico y soluciones de los problemas nacionales. Uno de los grandes temas del primer debate presidencial, del que los candidatos hablan poco pero que no debería estar ausente de la discusión, es el de la violencia, la inseguridad y el combate a la delincuencia organizada y, claro, las vías para abordar el espinoso y, literalmente, cruento problema.

¿Qué pretenden hacer los candidatos en esa materia? ¿Continuar con una estrategia irracional de combate a sangre y fuego que ha probado su fracaso a lo largo de once años? Y si no la van a continuar, ¿cuál sería la salida alternativa? ¿Apoyarían o al menos analizarían la vía de la regulación de drogas? ¿Ordenarían el retorno gradual de soldados y marinos a sus cuarteles? ¿Investigarían a mandos castrenses que encubren el tráfico de drogas y otras actividades delincuenciales? Una vez concluida la investigación, ¿estarían dispuestos a promover que los mílites sean sometidos a proceso, aunque ello disguste a los altos mandos? ¿Qué harían con los contenidos polémicos de la Ley de Seguridad Interior? Y continuaran o no con la actual estrategia de combate a sangre y fuego, ¿qué harían para crear en el país policías verdaderamente profesionales, capacitados, conscientes de los derechos humanos y con un blindaje mínimo en materia de corrupción? ¿Cómo generar policías de investigación que renuncien a la tortura como “técnica” de indagación y que se olviden de detener para investigar, sustituyendo esta nefasta práctica con su contraria: investigar para detener? ¿Y qué hacer mientras se preparan policías con esas características que surjan de lo mejor de la sociedad mexicana? (¿Por qué deben surgir de entre lo mejor de la sociedad?

Porque tendrán a su cargo la protección de la vida, la seguridad y los bienes de sus conciudadanos, es decir, la razón central de la existencia del Estado). ¿Qué tienen que decir los candidatos sobre los más de 230 mil muertos violentamente en once años, qué ante las decenas de millares de desaparecidos? ¿Qué responder a los familiares de las víctimas que guardan luto por sus muertos o viven en la desesperación y el dolor porque no saben qué pasó con sus de- saparecidos? ¿Cómo apoyar a los miles de familias que son desplazadas a consecuencia de la violencia delincuencial? ¿Escucharán con atención y sensibilidad los planteamientos del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad encabezado por Javier Sicilia, en su encuentro del
próximo 8 de mayo? (Reforma, 19/04/18). Ciertamente, las respuestas atañen a la dolorosa realidad de un país que no debe ser ignorada por quienes aspiran a gobernarlo.

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