Disueltos
 
Hace (71) meses
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Los cuerpos de Salomón Aceves Gastélum, de 25 años, originario de Mexicali, el de Jesús Daniel Díaz, de 20 años, nacido en Los Cabos, y el de Marco García Ávalos, también de 20 años, de Tepic, no van a poder ser enterrados. Los tres eran alumnos de la Universidad de Medios Audiovisuales CAAV, los tres habían decidido inscribirse en la mejor universidad de cine del país.

¿Cómo sería posible si los tres cuerpos fueron totalmente disueltos, después de haber sido sumergidos en tres tinacos, en donde flotaban 46 bidones rellenos con un disolvente químico? ¿Para ello tuvieron que desmembrarlos? O ¿acaso los sumergieron enteros? ¿Los restos eran tirados en terrenos baldíos de la periferia?

Bien a bien, no se sabe, las autoridades de Jalisco siguen analizando el contenido de los tres tinacos. Antes de ayer fue detenido, por la Fiscalía de Jalisco, Omar “N” (afamado rapero), de 20 años (121 mil seguidores en YouTube), quien confesara que el Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) le pagaba 3 mil pesos  semanales por vigilar a las víctimas y deshacer cuerpos en ácido clorhídrico. Lo que aún no se sabe a ciencia cierta es que si efectivamente los narcotraficantes del Cártel de Jalisco Nueva Generación confundieron a los tres alumnos de cine con miembros del grupo rival Cártel Nueva Plaza por haberse encontrado, el 19 de marzo, en una cabaña en Tonalá que la tía de alguno de ellos les había prestado por dos días para el rodaje de un cortometraje de terror. Lo que no sabían los jóvenes cineastas era que la cabaña había sido utilizada como bodega para ocultar armas y drogas. ¿Lo habrá sabido la tía? No lo sabemos.

De lo que sí estamos enterados es que la Fiscalía de Jalisco confirmó que ninguno de los tres estudiantes tenía vínculo con los narcotraficantes. “El problema fue que estuvieron en el lugar y a la hora equivocados”, escuchan los padres de las víctimas una y otra vez. Disuelto tienen el corazón los padres, familiares y amigos de Salomón, Jesús y Marco al saber que nunca más los volverán a ver. ¿Por qué? Porque los desaparecieron, los torturaron, los asesinaron y los disolvieron en ácido. “Nos están desapareciendo”, decía un cartel en grandes letras sostenido con coraje y rabia por una de las marchistas que protestaba en Guadalajara en la multitudinaria manifestación contra la violencia. Estudiantes de distintos planteles se habían dado cita en la Glorieta de los Niños Héroes, bautizada recientemente como la Glorieta de los Desaparecidos. Entre sus consignas estaba el contar a gritos hasta 43 para exigir justicia por los estudiantes de Ayotzinapa.

Asimismo clamaban los estudiantes la renuncia del gobernador del PRI Aristóteles Sandoval. Así entre gritos, protestas y consignas llegaron hasta las puertas del Palacio de Gobierno. Por lo pronto, Sandoval se niega a renunciar y jura y perjura que dará con los responsables del homicidio de los tres estudiantes. En un tuit escribió con el típico lenguaje priista: “Ratifico mi respaldo irrestricto y respetuoso a las familias de los tres estudiantes, bla, bla, bla…”. El gobernador se comprometió a darles a los presuntos homicidas 140 años de prisión.

Como escribió Guillermo del Toro en un tuit: “Las palabras no alcanzan para entender la dimensión de esta locura. 3 estudiantes son asesinados y disueltos en ácido. El ‘porqué’ es impensable, el ‘como’ es aterrador”. Ayer por la mañana leí en El País: “En México hay 16,594 menores de 29 años que están reportados como desaparecidos o extraviados, según el Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas (RNPED). Esto quiere decir una de cada dos personas ‘no localizadas’ en México son jóvenes. En total, el país no sabe dónde están 34,268 personas, de acuerdo con el último corte de datos oficiales de enero de este año”. ¿Cómo que nuestro país no tiene la menor idea de dónde están 34,268 mexicanos? Lo peor de todo es que las víctimas y los victimarios son en su mayoría menores de 29 años. No hace mucho nos ufanábamos por vivir en un país de jóvenes, de una nueva generación educada y presta por sacar al país adelante.

Ahora resulta que son precisamente los jóvenes la mejor presa de la violencia e inseguridad. Disuelto está el tejido social en nuestro país. Disueltas están las autoridades. Disuelto está el prestigio de Enrique Peña Nieto. Disuelta tienen la confianza en su país los jóvenes mexicanos. Y disueltos estamos por la tristeza, la indignación y la vergüenza, por el sufrimiento que están padeciendo los padres de Salomón, Jesús y Marco.

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