Don Chinguetas
 
Hace (70) meses
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Don Chinguetas contemplaba golosamente los ubérrimos tetámenes de las hermosas chicas que estaban en la fiesta; sus apetecibles grupas; sus bien torneadas piernas. La señora que estaba junto a él le reprochó, severa, esas miradas resbalosas. Don Chinguetas se defendió: “A mi esposa no le interesa saber dónde se me abre el apetito con tal de que coma en la casa”. Un sacerdote católico, un pastor evangélico y un rabino salieron de excursión al campo. A mediodía les apretó el calor, de modo que se alegraron al ver un arroyuelo de frescas y transparentes aguas que los invitaba a entrar en ellas. Se despojaron de sus vestimentas y se dispusieron a gozar las linfas. En eso aparecieron unas señoras que caminaban por ahí. Apresuradamente el sacerdote y el pastor se cubrieron con las manos las partes pudendas. El rabino, en cambio, se tapó el rostro. Una vez que las mujeres se hubieron retirado el cura y el ministro le preguntaron al rabino por qué no se había cubierto aquellas partes, y en vez de hacer eso se había tapado el rostro. “No sé a ustedes -explicó el rabino-, pero a mí en mi comunidad me conocen por la cara”. Las leyes, afirmaba con desdén un abogado chicanero, son como chicle masticado: pueden estirarse, torcerse, chafarse y finalmente echarse al bote de la basura como una basura más. Lo que decía el cagatintas puede aplicarse al caso de Napoleón Gómez Urrutia, futuro senador con fuero por obra y gracia -¡qué obra y qué gracia!- de Andrés Manuel López Obrador. Cuando una norma no está bien elaborada su deficiente redacción impide conocer el espíritu del legislador y abre la puerta a toda suerte de interpretaciones, incluso las más descabelladas o traídas de los cabellos. Eso favoreció a quien para evadir a la justicia renunció a su calidad de mexicano y adoptó abiertamente una nacionalidad extranjera; a quien se ausentó del país y ahora regresa a él para ser senador de la República. Así como el Trife manchó la elección presidencial al admitir a tuertas o a derechas en la boleta a Jaime Rodríguez Calderón, así también ahora pone mácula en un órgano de representación nacional cuyo decoro -el que queda- debería preservarse. Escaño ocupará Gómez Urrutia. Es caño. (Me apena haber urdido ese dudoso juego de palabras, pero en las prisas del escribimiento no hallé mejor manera de decir que estoy encabronado. También me apena haber usado esa palabra. Debí haber puesto “enfadado”, “escocido” o “mortificado”. La próxima vez que me encabrone usaré cualquiera de esos términos). La señorita Peripalda iba en el camión. Subió un borracho y se sentó junto a ella. “Hermano -le dijo con severidad la piadosa catequista-, va usted derecho al infierno”. “¡Uta! -exclamó el temulento poniéndose en pie-. ¡Me equivoqué de autobús!”. La joven mujer le preguntó al hombre que la veía desde su escritorio: “El anuncio solicitaba chicas sexy. ¿Soy yo sexy?”. “Ciertamente” -respondió el tipo. La muchacha procedió a quitarse la blusa y el brassiére, e inquirió luego al tiempo que enhestaba su doble atractivo: “¿Soy suficientemente sexy?”. “Bastante” -contestó el sujeto. En seguida la bella mujer se despojó de su falda y de la mínima prenda que cubría apenas sus últimos encantos. “Dígame -pidió dándose una vuelta para mostrarse en toda su magnificente plenitud-: ¿de verdad soy sexy?”. Replicó el otro después de mirarla con delectación: “Es usted la mujer más sexy que en mi vida he visto. Ahora, por favor, póngase los lentes”. Preguntó la muchacha: “¿Con ellos me veré más sexy?”. “No -respondió el tipo-, pero podrá ver mejor el anuncio de la puerta. Éste es mi despacho de contador. La agencia de modelos está al lado”. FIN.

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