Al finalizar 2018, de los varios hechos que marcaron este año, destaca el desempeño de la economía, o quizá sea mejor decir, el uso político que se ha dado a la economía, específicamente por la administración Trump, arriesgando el sistema comercial construido por varios años.

No se trató de algo imprevisto, sino que entre los varios enemigos que el ahora presidente estadunidense, Donald Trump, identificó durante su campaña electoral a lo largo de 2016, la amenaza de China fue establecida con claridad junto al terrorismo o la migración.

Todas esas amenazas, decía el candidato, iban contra la productividad, el bienestar y la seguridad estadunidenses, de manera que no fue extraño que en marzo pasado anunciara la aplicación de aranceles a las importaciones de acero y aluminio provenientes de China, que comenzaron a aplicarse a una semana de que acabara ese mismo mes.

El 1 de abril, China respondió con la misma medida, y desde entonces han corrido paralelas amenazas, nuevos aranceles e intentos de negociación entre ambas potencias económicas mundiales, la número uno y la número dos por el tamaño de su Producto Interno Bruto (PIB).

Sobresalen las acusaciones contra el proteccionismo estadunidense, lo cual es real, y que a nivel social es la respuesta a que, mientras Estados Unidos avanzaba en su poder económico, su sociedad se olvidaba de perfeccionar sus mecanismos de competencia, de manera que datos gubernamentales de ese país indican que la productividad está en su nivel más bajo desde la década de los años 70, aunque sigue en las primeras posiciones mundiales.

China, por su parte, muestra un paso constante de mejora en su competitividad, de acuerdo con datos del Foro Económico Mundial. Si en 2007 se encontraba en el lugar 34, para este año llegó al 28.

Lo anterior no desmiente las actividades desleales a que la economía china ha recurrido, dando sustancia a las quejas estadunidenses en materia de propiedad intelectual; sin embargo, el crecimiento de la nación asiática conjuga muchos elementos. Se trata de una economía en crecimiento debido a varios factores.

Pero la disputa comercial entre Estados Unidos y China pronto comenzó a afectar al conjunto de la economía internacional, específicamente al sistema comercial que se ha venido basando desde hace varios años en la apertura, uno de cuyos indicadores es la firma de tratados comerciales. La decisión de la administración Trump de preferir los arreglos comerciales bilaterales por encima de los multilaterales es un ejemplo, del cual México tuvo constancia este año en lo que correspondió a las complejas negociaciones del Tratado de Libre Comercio, que derivaron en el llamado T-Mec.
De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), la intensificación de la guerra comercial entre las dos principales economías mundiales será un factor perturbador para el mundo. Y la mala noticia es que no parece haber tregua cercana.

La detención en Canadá de una ejecutiva china de la gigante tecnológica Huawei, por pedido estadunidense con fines de extradición, fue seguida por el descubrimiento de que las actividades de dos canadienses en China arriesgaban la seguridad nacional del país asiático, por lo cual fueron detenidos también. Este es un ejemplo de hostilidades aparentemente sin conexión con lo económico-comercial pero en realidad ligadas.

El FMI espera para el próximo año un crecimiento estable, en relación a este, sin olvidar la amenaza proteccionista estadunidense que seguirá mientras Trump no cambie su arsenal.

Jorge Esqueda