El bautizo del cinismo
 
Hace (67) meses
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Lo dice sin asomo de incomodidad. El dirigente del partido “verde” celebra como un éxito su negociación con Morena. El cinismo permite desplazarse por el mundo sin vergüenzas. Eso es: una indecencia que no aflige. El cínico no es un ignorante. No es ciego a las categorías morales. Es indiferente a sus trazos. El cínico no desconoce las fronteras que separan lo correcto de lo incorrecto, se siente libre de cualquier remordimiento cuando tuerce principios en su beneficio. El político lo dice abiertamente: al partido verde le salió “baratísimo” el arreglo con Morena. Negoció con los nuevos dueños del poder y obtuvo grandes beneficios. Decidió entregar una porción importante de sus legisladores a la nueva mayoría y lo festeja como una transacción redituable. La venta de los diputados permitirá tener más hospitales, pagar más doctores dedicados al cáncer infantil. Jijijí o jajajá. La transacción sería conmovedora si tuviera un gramo de verosimilitud. A decir verdad, tiene gracia la coartada de los “verdes”: hemos logrado apoyos para los enfermos de cáncer. Pero no se crea que cualquier enfermo de cáncer: vamos a apoyar a los niños enfermos de cáncer. Hemos logrado que haya más hospitales, que se le pague a más médicos dedicados a aliviar el dolor de los niños con cáncer. Eso es: política teletón para la cuarta invención de México.
Es revelador que el diputado “verde” hable con tranquilidad del precio de una decisión porque reconoce lo que, bajo cualquier punto de vista, es un acto de corrupción parlamentaria. Los dirigentes de un partido político entregan diputados como si fueran las monedas que tienen en el bolsillo. No es poco lo que ceden. Una tercera parte de los legisladores del “verde” fueron traspasados al nuevo polo de poder, declarando la nueva alianza con los ganadores. La representación política se trata como mercancía, no como un pacto de lealtad con los votantes. Así lo proclaman orgullosamente: vendimos diputados y la paga que recibimos ha excedido nuestras expectativas. No hay, por supuesto, documento que selle la alianza. No hay acuerdo público que defina el ámbito del pacto. Sólo la celebración de una compraventa. ¡Felicidades!
Hay que reconocer que la práctica no es extraña en el mundo legislativo. Es cierto: no es infrecuente el tráfico de lealtades. Pero es precisamente ese hábito el que ha producido el desprestigio de partidos y legislaturas. No es extraño que los dirigentes de un partido se imaginen dueños de curules. Si la prostitución de la legislatura merece crítica no es porque se aparte de la tradición, sino porque la continúa. El futuro se parece mucho al recuerdo, .La oferta del comienzo ético queda, desde el primer momento, en ridículo.
Por supuesto: la crítica no puede quedarse en los que venden la representación sino también en quienes la compran. Ambos colaboran en la perversión del voto. Una advertencia es necesaria: no pienso que el pragmatismo sea necesariamente sucio. Ser práctico es asumir compromisos en un mundo imperfecto. Es entender que los ideales necesitan instrumentos, que los cambios exigen concesiones. Idealismo y pragmatismo han de presionarse mutuamente. Uno corrige al otro. Pero, precisamente por eso, lo que no puede hacerse es pavonear superioridad moral. Pactar con lo peor del régimen (el “verde”, no cabe duda, es lo peor de lo peor) y sermonear a la república desde la arrogancia de la pureza espiritual. Hay que evaluar la política con el medidor de lo que ofrece. El cambio que se nos prometió ondea la bandera de la purificación. El presidente electo sigue imaginando un estatuto para moralizar a la república. Insiste en la pontificación. Nos alecciona sobre las rutas de la felicidad verdadera y el bien que nos traerá la recompensa eterna. Ahí se encuentra la lección de este acuerdo. Lo que pierde el polo gobernante con la alianza con el partido “verde” es esa pretensión de beatitud. Un acuerdo práctico y aberrante,.
Tal vez habría que apreciar el bautizo del nuevo régimen. La pontificación ha perdido sentido. Si contemplamos la construcción de una nueva hegemonía que no nos vengan a decir que en su cinismo hay lecciones morales. No conocemos los efectos de la nueva política pero sí podemos advertir que su estilo es el mismo de siempre.

Jesús Silva-Herzog
Agencia Reforma

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