El chiflido que salvó una vida
 
Hace (70) meses
 · 
Compartir:

El subsuelo de Pachuca y Real del Monte está recorrido por más de 5 mil kilómetros de túneles; para tener una idea de lo anterior, basta decir que esa cantidad es similar a recorrer una carretera desde Pachuca hasta el círculo polar ártico en los confines de nuestro Continente.
Los túneles cavados en las profundidades del suelo de la comarca, también llamados socavones, empezaron construirse alrededor del año de 1552, cuando se descubrieron las minas de Pachuca y Real del Monte, lo que implica el trabajo realizado por miles de operarios en poco más de 450 años. A lo largo de esas galerías subterráneas se han tejido multitud de episodios de vida y muerte, de júbilo y tristeza, de crónicas y leyendas, no siempre captadas por la pluma ávida de quien hubiera podido prolongarlas a través del lenguaje escrito o perennizarlas a través de la palabra hablada de conseja popular; sin embargo, están allí y cobran presencia cada que los pasos cautelosos de algún minero los recorre en la obscuridad.
Por otra parte, en el lenguaje de los mineros, se da el nombre de chiflón lo mismo al derrumbe de piedras sueltas que se vuelcan en los socavones que al viento colado o corriente que por ellos suele llegar acompañado de un particular sonido; por ello, tal palabra acuña el verbo chiflar, cuya acepción es silbar o sacar aire con la boca, aunque con tal acepción se define también a quien ha perdido su facultades mentales, “¡esta chiflado, se dice cuando se define a quien está enamorado o atraído por alguien, fulano está chiflado por fulana!”, etc.
Pero quizá lo más importante es que allí, a lo largo de esa red de socavones, que corre de levante a poniente, de sur a norte y en diversas profundidades, el chiflido es la forma más adecuada de comunicación, en razón de las distancias y de otros sonidos, a veces ensordecedores, producidos por el trabajo en la mina, de modo que un buen silbido supera en mucho la tesitura de la voz y permite que sus ondas viajen a mayor distancia.
Muchos son los relatos relatos surgidos de diestros chifladores, como el caso de Miguel Chiflonero en obra de Ramón Santamaría o el del Gorrión personaje central en la obra El Doble Nueve, de Rodolfo Benavides. Abajo en la mina con chiflidos se saluda o despide; se insulta o se llama, y con tal sonido se indica como parar o acelerar una máquina o perforadora, y con un chiflido se muestra alegría o dolor. Tal es el caso de Espiridión el Caquero, cuyo trabajo era levantar las heces fecales que sus compañeros generaban, al no existir sanitarios al interior de los prolongados socavones.


Cúentase que una mañana, de enero de 1904, llegó Espiridión a su trabajo en la mina de Corteza, pero antes de entrar al turno de las 6 de la mañana manifestó que se sentía mal.
—Ando muy tarantado patrón le dijo a Nico el capataz de la mina, y este le contestó:
–Nada de pretextos jijo de tal por cual, a trabajar… ¡Ah! y lo de atarantado, pues cuando se te ha quitado— y soltaron todos una sonora carcajada.
Es el caso que Espiridión tuvo que bajar a la mina, con todo y sentirse enfermo. No se sabe a qué horas sucedió, pero a eso de las 11 de la mañana, que se hizo necesaria su presencia donde trabajaban los barreteros, no apareció por ningún lado. En principio nadie le dio importancia al hecho, pero ya por allí de las cuatro de la tarde empezó a extrañarles a todos su ausencia, le llamaron a voces, luego a gritos y finalmente a chiflidos, sin encontrar respuesta. Como terminaba el turno, informaron de lo anterior al personal de seguridad, el cual continuó la búsqueda sin éxito.
Al día siguiente había consternación entre todo los que conocían al caquero, de modo que al dirigirse en la jaula al nivel en el que trabajaban, fueron chiflando y dando voces llamándolo. Poco antes de llegar al sitio donde laboraban desde el día anterior uno de los operarios, grito: “¡cállense, jijos, creo que oí algo!” Todos guardaron silencio, el operario aquel volvió silbar lo que pareció ser una corta melodía, segundos después se escuchó la contestación, caminaron todos en silencio y alguien volvió a emitir el chiflido y pronto se escuchó la respuesta. No tardaron mucho en rastrearlo, de modo que en unos minutos detectaron el lugar de donde se salía la respuesta y allí encontraron a Espiridión, tirado en la profundidad de una abertura rocosa como de tres metros, se había fracturado una pierna y un brazo y como perdió buen tiempo el sentido, tal vez horas, no escuchó la voces y chiflidos que sus compañeros profirieron un día antes,
Espiridión confesó que no tenía fuerza en la voz, desde que volvió en sí, quiso gritar y pedir auxilio, pero los sonidos se ahogaban en su garganta y apenas podía escucharse el mismo, fue entonces cuando oyó los chiflidos de sus compañeros y recordó que él, también sabía silbar y pudo contestarles. Fue así como leo encontraron.
Cuando se levantó el acta sobre el accidente, Nico, el capataz, confesó que lo dio por muerto y perdido su cuerpo en esa telaraña extensa de túneles. Dos semanas después, al salir del hospital de mineros en Salazar, Espiridión decidió ir a refrescarse el gañote con un pulquito en la taberna Sangre Minera, que daba nombre a su barrio. Al llegar fue recibido con una tremenda silbatina representativa de todo tipo de cariñosos insultos y Espiridión, en lugar de enojarse, agradeció que así lo recibieran, porque fueron precisamente los chiflido, los que le salvaron la vida.

Compartir:
Etiquetas:
Relacionados
title
Hace 1 hora
title
Hace 1 hora
title
Hace 3 horas
Se dice
/seDiceGift.png
Especiales Criterio
/transformacion.jpeg
Suscribete
/suscribete.jpg
Más popular
Política actual impide el desarrollo: Marivel Solís
Por Gerardo Ávila . 24 de mayo de 2016
Por Gerardo Ávila . 30 de noviembre de 2015
Por Gerardo Ávila . 9 de agosto de 2017
Por Federico Escamilla . 12 de febrero de 2018

© Copyright 2023, Derechos reservados | Grupo Criterio | Política de privacidad