El dinero humilló a la ley
 
Hace (89) meses
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Entre los miles de casos en que las influencias y el poder económico han quebrado a las leyes, imponiendo artimañas avaladas por autoridades venales, recuerdo uno—de los incontables muchos– que enalteció a los leguleyos: remitió a la cárcel a una víctima y dejó en libertad a un ladrón de ganado.
En el año de 1964 sucedió lo siguiente:
Un tablajero de la ciudad de Pachuca, propietario de una carnicería en uno de los mercados, conducía una camioneta por la carretera Casas Quemadas- El Chico, cuando en la espesura del bosque distinguió un novillo.
Maniobró la camioneta tipo pick up para poner la caja pegada al cerro, mientras él arreaba al toro. Al lograr subir al animal al vehículo, llegó el dueño del novillo, un campesino de una ranchería perteneciente al Mineral de El Chico.
El campesino reclamó al chofer del vehículo diciéndole que el animal era suyo, que por qué quería llevárselo. En pocos segundos se hicieron de palabras. El tablajero lo agredió y en respuesta recibió varios golpes con el canto de un machete que llevaba el lugareño, quien logró el auxilio de las autoridades municipales. Estas remitieron al ladrón y al heridor ante el agente del Ministerio Público investigador de la ciudad de Pachuca.
En la averiguación previa quedaron asentadas las declaraciones. La del campesino, en el sentido de que había sorprendido al chofer de la camioneta cuando pretendía llevarse el novillo y que se vio obligado a defenderse al ser agredido.
El lesionado estaba bañado en sangre cuando llegó a las oficinas ministeriales. Sólo llevaba una playera, de color blanco, tinta en sangre. Su declaración la rindió en la sala de presos, horas después.

PRUEBAS DE LEGULEYOS
La averiguación iniciada en la agencia investigadora fue remitida al día siguiente a la dirección de Averiguaciones Previas de la procuraduría de Justicia. Allí comenzaron a armarse las argucias en las que colaboraron los introductores de ganado; los tablajeros, compañeros del abigeo; el abogado defensor y, desde luego, la complicidad de los representantes del Ministerio Público.
(No escribo nombres porque todos los protagonistas ya fallecieron. No los menciono por respeto a sus descendientes. En el supuesto de que alguien quisiera hacer reclamaciones y acogerse al llevado y traído “derecho de réplica”, con gusto lo remitiré a los archivos periodísticos).

“FACTURA” DE VENTA
En la consignación de la averiguación al juez segundo penal, se hizo válida la presentación de una “factura” escrita a lápiz, en una hoja de cuaderno escolar y con pequeñas manchas de sangre en el anverso y en el reverso, que avalaba la venta de un novillo, de equis individuo, extendida a nombre del carnicero acusado de abigeato.
El abogado defensor dijo que la factura la llevaba el tablajero lesionado debajo de la playera. Además tenía impreso el sello de un juzgado auxiliar, cuyas letras no se distinguían porque se había resellado dos o tres veces. Era ilegible.
(Recuérdese que la playera estaba tinta en sangre. Aun así, el M.P. incluyó la falsa factura en el expediente).

LAS 72 HORAS
El juez practicó las diligencias correspondientes. Después de tomar la declaración preparatoria al campesino, quien lesionó con el canto de un machete al tablajero, y al presunto ladrón del novillo, otorgó el reglamentario plazo de 72 horas para dictar auto de soltura o de formal prisión.
El dirigente de los introductores de ganado, al que también pertenecía el tablajero inculpado, anduvo moviendo a sus hilos. 24 horas antes de que venciera el plazo, ofreció dinero a los reporteros que cubrían la fuente judicial con el propósito de que mantuvieran silencio, que no divulgaran más sobre el asunto.
El plazo otorgado por el juez venció y él, por su parte, “plenamente convencido” por la adinerada defensa, puso en libertad al tablajero y declaró formalmente preso al humilde campesino por el delito de lesiones.
El diario El Sol de Hidalgo publicó al día siguiente, a 8 columnas, EL DINERO VENCIÓ A LA LEY. En extensa nota, recapituló todos los antecedentes del asunto, como se ha descrito líneas arriba. Anotaba que el juez segundo penal, proveniente del Distrito Federal, vivía en un exclusivo casino, donde, además de dormir, almorzaba, comía y bebía, invariablemente, una botella de whisky diariamente. El sueldo del citado juzgador no excedía 2 mil pesos mensuales.
El asunto legal se cerró. El tablajero, libre; el campesino, preso; los tablajeros e introductores de ganado, con su capital reducido por el reparto de mordidas.

MAGISTRADO ENOJADO
Una semana después de los vergonzosos actos de venalidad judicial, en el descanso de un pleno de magistrados del Tribunal Superior de Justicia del Estado, el presidente de éste enfrentó al reportero de El Sol y reclamó airadamente su osadía por publicar que “el dinero había vencido a la ley”. Defendió a capa y espada al juez y llamó mentirosos a los periodistas, menos al director del diario, del cual era amigo y compañero de logia masónica y a quien nunca reclamó—en público– la temida y desenmascarada nota de 8 columnas.
Esos tejes y manejes no han desaparecido. En estos tiempos también se cuecen habas. Hay dinero, cientos agentes del M. P., decenas de jueces civiles y penales, y muchos magistrados.
Dicen, según el general Álvaro Obregón, que nadie resiste un cañonazo de cincuenta mil pesos. Todo es cuestión de saber multiplicar y dividir.

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