El escenario rosa de la colonia Roma
 
Hace (68) meses
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¿Cautela o desconfianza? Esas son las palabras guía de la relación entre la próxima administración gubernamental mexicana y la del presidente estadunidense Donald Trump, a pesar de la inédita primera reunión entre algunos de los futuros funcionarios mexicanos, encabezados por el virtual presidente electo Andrés Manuel López Obrador, y varios de primera línea estadunidense, empezando por Mike Pompeo, secretario de Estado.

Se tiene que reconocer que ha habido un significativo cambio en la presentación de la agenda estadunidense hacia México, pues en ese encuentro del pasado viernes 13, el gran ausente fue el muro en la frontera binacional, que había sido la “estrella” y que ahora simplemente no apareció, incluido el espinosísimo tema de quién lo pagará.

¿Es esta una buena señal? En parte, pues se reconoce que el muro y su pago son líneas inamovibles para cualquier gobierno mexicano, lo que de ninguna manera implica que se haya abandonado la idea. Este asunto tiene dos vertientes: una, la de reforzar la seguridad estadunidense que Washington no ha cambiado, y la otra, ser una punta de lanza electoral, cuyo uso va a depender de qué tan eficiente se estime que sea para inclinar a favor de los candidatos republicanos la elección del 6 de noviembre, cuando se renovará toda la Cámara de Representantes y un tercio de su Senado.

Sin ese tema, el escenario se volvió rosa en la colonia Roma. La reunión se dio en un ajetreado fin de semana para el gobierno estadunidense, con la cumbre de la OTAN y una visita a Reino Unido en marcha, y en vísperas del primer encuentro bilateral entre Trump y su par ruso Vladimir Putin, una cumbre siempre esperada, pero ahora más por la inclinación que el estadunidense ha mostrado hacia el ruso, pero en el contexto de una investigación por presunta intervención de hackers rusos a favor de Trump en la contienda electoral de 2016.

A lo anterior agreguemos la guerra comercial con China, las exigencias de Trump a sus aliados de la OTAN para que gasten más en defensa y sus insólitas quejas a sus socios y aliados de la Unión Europea sobre el “abuso” con que tratan en materia comercial a Estados Unidos, a quienes inclusive llamó “enemigos”, lo que generó una gran manifestación de protesta en las calles de Londres.

¿El escenario rosa en la colonia Roma fue para no abrir otro frente, para cicatrizar las heridas que se han abierto con la administración Peña Nieto o para establecer nuevas rutas de entendimiento?

Política y diplomáticamente es cierto que la administración Trump reconoce la fuerza electoral con que López Obrador tomará posesión, y que dado el escozor que muro y pago levantan en México, es mejor esperar e intentar otras vías.

Pero en otros temas las espinas están ahí. Tenemos que recordar que este encuentro fue como una visita de buena voluntad y aproximación entre vecinos nuevos, sin que las espinas se hayan borrado. Las primeras son la renegociación del Tratado de Libre Comercio, donde el virtual presidente electo mexicano ya fijó su posición de seguir con ese documento y mantener las actuales líneas de negociación, mismas en las que no ha habido acuerdo.

Enfrente queda la posición estadunidense de firmar dos acuerdos, uno con México y otro con Canadá, si no se llega a un acuerdo trilateral, que en principio difiere con la posición mexicana de mantener el actual. Y no debemos olvidar que se trata de un trío donde Canadá parece estar reservado, aunque el tema del nuevo presidente mexicano ya salió en una conversación entre el primer ministro canadiense Justin Trudeau y Trump, precisamente poco antes de la cumbre de la OTAN que, a su vez, fue casi simultánea con la ocurrida en el escenario rosa de la colonia Roma, pero sin que se conozcan detalles, solo la disposición del canadiense para reunirse pronto con López Obrador.

Y luego viene el amplio tema regional donde las líneas de coincidencia van a ser pocas. Washington pretende que México sea su muro para la migración centroamericana, mientras el futuro gobierno mexicano plantea un plan de desarrollo que detenga, con empleo, la migración. Una línea de discordancia es el tiempo, pues la posición estadunidense implica inmediatez, mientras la mexicana lleva tiempo, sin olvidar la pretensión de Washington de que los migrantes sean retenidos en México mientras se atienden sus solicitudes de asilo, lo que generaría virtuales campos de refugiados en territorio nacional.

Y aún están América del Sur y Cuba, donde es muy difícil que el gobierno lopezobradorista siga formando parte del grupo de naciones que presiona al actual gobierno venezolano, por ejemplo, aunque tampoco es esperable que le abra amplios espacios solidarios por las críticas internas que habría.

Como se ve, es muy difícil que el escenario rosa de la colonia Roma pueda ser trasladado a Palacio Nacional.

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