El espejismo de la soledad
 
Hace (63) meses
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Analistas de merecida importancia se han referido al presunto aislamiento de los zapatistas. Para ellos, las comunidades que pidieron un mejor mañana se han sumido en la oscuridad de los cinco “caracoles” donde el EZLN se conforma con preservar su propia tierra.

Quien consulte la página de internet Enlace Zapatista podrá tener una visión diferente. En su vasta crónica Los indios de México, Fernando Benítez señaló que en pleno siglo XX los descendientes de los pueblos originarios vivían en condiciones cercanas al neolítico. En enero de 1994, cuando se vivía la euforia yuppie del TLC, el levantamiento zapatista puso en el centro de la discusión a los olvidados del país y se transformó de inmediato en movimiento político. Gabriel Zaid escribió con acierto que se trataba de una “guerrilla posmoderna”. En su eficaz teatro de signos, el EZLN se representaba a sí mismo como guerrilla, pero no apelaba a una solución militar.

El apoyo que numerosos sectores brindaron al EZLN derivó de sus motivos, no de la estrategia armada. Los zapatistas entendieron esta circunstancia y en agosto de ese mismo año celebraron la Convención de “Aguascalientes” en la selva tojolabal para someterse a un mando civil y proponer la transformación de una sociedad a la que no querían dejar de pertenecer: “Nunca más un México sin nosotros”, dijeron.

El separatismo nunca ha sido parte de su ideario. Recordemos una escena emblemática. Manuel Camacho viajó a Chiapas para dialogar con los rebeldes como comisionado para la Paz. En la catedral de San Cristóbal de Las Casas, durante su primer diálogo, se encontró con el emblema que los zapatistas llevaban para otorgarle significado a la reunión: la bandera de México.

Marichuy Patricio, candidata independiente del Concejo Indígena de Gobierno en las pasadas elecciones a la Presidencia, recuerda que en 1996 participó por primera vez en el Congreso Nacional Indígena. Deseaba conocer a los representantes del EZLN, que habían puesto el tema indígena en la agenda de la modernidad, pero no sabía hasta dónde lucharían por la autonomía. ¿Buscaban una unión en la diversidad o apartarse del país? Confirmó su fe en un proyecto incluyente cuando la comandante Ramona llegó con la bandera de México y la reiteró con la postura de los zapatistas en las siguientes décadas.

En 1996 el EZLN firmó los Acuerdos de San Andrés con el gobierno de Ernesto Zedillo, que no se convirtieron en ley por la inoperancia de los partidos políticos. En 2000, Vicente Fox ganó las elecciones y se produjo la primera alternancia en el poder en 71 años. Durante su campaña, el enjundioso mandatario prometió arreglar el tema de Chiapas “en quince minutos”. Los zapatistas le tomaron la palabra y a principios de 2001 emprendieron la “Marcha del color de la tierra” para pedir que se cumplieran los acuerdos. En el Congreso, la comandante Esther habló de la importancia de formar parte de una nación que ha excluido a los de abajo. Poco después, los diputados volvieron a su costumbre de subirse el sueldo e ignorar acuerdos. ¿Qué camino le queda a un movimiento que respeta lo firmado ante un gobierno que no lo respeta? Los zapatistas se concentraron en transformar sus condiciones de salud y educación. Para conocer el trabajo de sus Juntas de Buen Gobierno conviene leer el excepcional libro de Paulina Fernández Christlieb, Justicia Autónoma Zapatista.

Reinventar la vida diaria no suele ser noticia. Los medios no han cubierto en detalle lo que sucede en esa región del mundo, donde los zapatistas han asumido la hospitalidad como ideología, invitando a los festivales CompArte y ConCiencias y a numerosos “semilleros”, como “El pensamiento crítico frente a la hidra capitalista” en 2015 o “¿Prohibido pensar?” en 2018, con participaciones heterodoxas e interdisciplinarias de mexicanos y extranjeros.

En marzo de 2018 más de diez mil mujeres de 27 estados y 37 países se reunieron en el “caracol” de Morelia para discutir opciones de cambio bajo una perspectiva de género.

¿Es posible aislarse siendo tan gregario? Por si quedaran dudas sobre su capacidad de establecer vínculos, los zapatistas han propuesto una lucha intergaláctica. En el planeta, su influencia se advierte en movimientos de Grecia, Italia, Brasil y otros países. En México no están solos. Y lo más importante: no quieren estarlo.

Juan Villoro

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