El ganso que se cansa
 
Hace (62) meses
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¿Sabes cuántas clases de orgasmos femeninos hay?”. La pregunta que hizo Afrodisio Pitongo, hombre salaz y lúbrico, sobresaltó a su amigo Inepcio, que sabía muy poco de temas de erotismo, tanto que creía que el sexo oral es el que consiste en hablar de él. “¿Cuántas y cuáles son? -quiso saber. Enumeró Afrodisio: “Son cinco: el orgasmo gozoso, el lamentoso, el ponderoso, el religioso y, finalmente, el mentiroso”. Explicó: “En el orgasmo gozoso la mujer grita: “¡Qué rico! ¡Tenías que ser de Saltillo, papacito!”. En el doloroso gime: “¡Ay! ¡Ay! ¡Ay””. En el ponderoso dice: “Sí. Sí. Sí”. En el religioso clama: “¡Dios mío! ¡Dios mío!”. Y en el mentiroso dice: “¡Inepcio! ¡Inepcio!”. Hay aves emblemáticas cuyo nombre evoca al de los escritores o poetas que las han citado en su obra.

Recordemos algunos ejemplos: la alondra de Shakespeare; el ruiseñor de Wilde; el cuervo de Edgar Allan Poe; las golondrinas de Bécquer; el cisne de Darío; el búho de González Martínez; la saltapared de Ramón López Velarde: el cóndor de José Santos Chocano. Pues bien: el ganso se ha convertido ya el símbolo aviar de AMLO y su gobierno. A más de la definición que dan de esa ave palmípeda los diccionarios registran también también la voz “gansada”, sinónimo de necedad, sandez o tontería. Por ejemplo: “La cancelación del aeropuerto de Texcoco es una mayúscula gansada que costará miles de millones de dólares a México, frenará su desarrollo y le acarreará a nuestro país descrédito y burlas en el extranjero”. Nadie juzgue, empero, que miro nada más lo malo del régimen que ahora nos gobierna. Vaya en esta ocasión una de cal por todas las que van de arena. Contrariamente a la opinión general, vale decir a lo que es políticamente correcto, yo pienso que no fue gansada, sino antes bien plausible acierto de López Obrador y la Cancillería mexicana, negar la firma de México a la petición hecha por el Grupo de Lima para demandar que Nicolás Maduro no asuma de nueva cuenta el poder en Venezuela y lo deposite en manos de la Asamblea Nacional para que convoque a una nueva elección. Esto que digo no implica en modo alguno defender a ese odioso dictador no solamente ilegítimo, sino además inepto y sandio. Pero sucede que por virtud de la Doctrina Estrada la nación mexicana ha mantenido como unas de sus mejores tradiciones diplomáticas la de no calificar el derecho que tienen las demás naciones a mantener o sustituir a sus gobiernos. En este caso el nuestro es coherente con su política internacional, se muestra respetuoso de la soberanía ajena y no expone a México, según dijo don Genaro Estrada, “a que sus asuntos interiores puedan ser calificados por otros gobiernos”. Desde luego las tropelías y estupideces de Maduro claman al cielo, y son objeto de reprobación universal, pues el actual dictador venezolano ha hundido a su país, siguiendo a Chávez, en la miseria y la desolación. Pero la diplomacia tiene sus reglas. Un buen diplomático es aquel que puede no decir nada en varias lenguas. Más que por diplomacia, sin embargo, o por acatamiento de tal o cual doctrina, será difícil que el gobierno mexicano actual tome medidas que lo indispongan con Maduro: los populismos suelen menearse el rabo unos a otros; hacerse guiños y apoyarse mutuamente. Sobre eso sí hemos de estar alertos los mexicanos. Y es que la cabra tira monte. Cuidemos de que los gansos no vayan a tirar a donde mismo. FIN.

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