El incendio de la mina del Encino
 
Hace (64) meses
 · 
Compartir:

El 8 de junio de 1789, el Real de Minas de Pachuca, despertó más temprano que de costumbre, al sonar arrebato, las campanas de la parroquia de la Asunción y de los templos de la Santa Veracruz y la virgen de Jerusalén, a los que se unieron las de las del convento de San Francisco y del Hospital de San Juan de Dios. Eran apenas unos minutos antes de las 5 de la mañana, momentos en que la población se disponía a abandonar el lecho para iniciar las labores cotidianas, al sonido de las campanas, salió mucha gente a las calles y callejones que pronto se vieron inundados por hombres y mujeres, que queriendo saber de qué se trataba, dirigieron sus pasos a la Plaza Mayor (hoy de la Constitución), donde don José de Jesús Belmar, a la sazón Subdelegado –antes Alcalde Mayor– de Pachuca, se paseaba nervioso en el podio de los pregones.

En unos cuantos minutos, se reunieron más de 800 personas, que era casi la totalidad de los habitantes de aquel Pachuca. El Subdelegado Belmar sentía en ese momento el peso de sus casi setenta años, sin embargo, armándose de valor, tomó el altavoz de madera y llevándoselo a la altura de la boca, empezó hablar “….Dios nos ampare a todos en este afligido momento, sepan sus usías que esta madrugada se desató un voraz incendio en la mina del Encino, sin que hasta ahora haya logrado salir nadie…” el silencio fue entonces sepulcral, después el funcionario Real, tomó cuanto aire pudo y continuó, “es necesario que vuestras mercedes acudan con nos, a socorrer a esos pobres hijos de Dios y María Santísima….”

Los asistentes se veían azorados unos a otros, pero cuando el Subdelegado solicitó su apoyo, como impulsados por misterioso resorte, exclamaron, ¡vamos todos a la mina!, fue el primer grito surgido en las inmediaciones de la muchedumbre ¡salvemos a nuestros mineros!, gritó por allí una mujer y de inmediato, iniciaron la marcha, por la calle de las Cajas o el Caballito (hoy Venustiano Carranza). La mina del Encino, una de las más antiguas de la comarca, se ubicaba al pie del cerro de San Cristóbal, frente al de La Magdalena, en la cañada de El Portezuelo. Muchos aseguraban que su explotación la habían iniciado los aztecas cuando se apoderaron de esta región. Lo cierto es que aquel importante fundo era a finales del siglo 18 propiedad de Marqués de Valle Ameno.

Al llegar la caravana a las puertas de la minas, el capataz, Nicolás de Ramírez, inició la organización de las maniobras de salvamento. Entre la amorfa muchedumbre decenas de mujeres, seguramente esposas, madres o hijas de alguno de los infelices mineros que permanecían en el interior de la mina, daban rienda suelta a su amargo llanto; Ramírez escogió entre los asistentes a los hombres de mediana edad y algunos chamacos, les entregó sombreros de palma que llevaba en la mano y les fue dotando de cera y pabilos, para colocarlos en el sombrero y poniéndose al frente, marchó hasta la boca-mina, donde desapareció en pocos minutos con los hombres seleccionados. Sin importar el intenso calor del medio día y el aguacero de la cinco de la tarde, la muchedumbre, permaneció a las puertas de la mina, muy pocos se fueron, y los que lo hicieron, pronto regresaron, otros llegaron al salir del trabajo en los otros fundos. El subdelegado había organizado ya los primeros auxilios, se construyeron parihuelas y se confeccionaron vendas con los cientos de prendas de vestir que la gente depositaba en manos de los flebotomistas –médicos en ciernes– así como de los hermanos y enfermeros del hospital de San Juan de Dios, quienes se encontraban en espera de los atrapados. Pronto la noche cayó sobre el viejo Real de Minas, entonces el olor de la madera quemada procedente de los ademes calcinados de los socavones, se hizo perceptible.

Una voz dijo de pronto, ¡allí vienen ya!. La muchedumbre se arremolinó en la boca del tiro, de donde fueron emergiendo los que por la mañana ingresaron a la mina siniestrada; Nicolás de Ramírez, fue el primero que salió, llevando en hombros el cuerpo ennegrecido de un individuo que apenas se quejaba, detrás de él, la fila era interminable, uno a uno fueron saliendo los auxiliadores llevando consigo a diversos afectados. Después de poner en manos de los hermanos de San Juan de Dios el cuerpo que conducía, Ramírez se levantó lentamente, volteó hacia donde un grupo de hombres y mujeres en silencio le interrogaban con la mirada, solo pudimos salvar a unos cuantos, dijo y agregó con la voz quebrada por la pena “la lumbre acabó con todo y con todos”.

Cuando Belmar ordenó el cierre hermético de la boca-mina con piedras y lodo, para evitar la entrada de oxígeno y con ello apagar el incendio, el llanto de los familiares de quienes no habían salido y por lo tanto quedarían dentro, donde irremediablemente morirían, se hizo ensordecedor. A la mañana siguiente las campanas de los templos tañeron nuevamente, pero ahora sus campanadas eran melancólicas y lastimeras, anunciaban el duelo que vivía la comarca. La catástrofe, fue objeto de especial atención para Humboldt, quien en 1803, es decir 14 años después, la encontró abandonada aún y se refirió a ella en su Ensayo Político del Reino de la Nueva España.

El criadero de Pachuca, uno de los más ricos de América, está abandonado enteramente desde el horrible incendio de la famosa mina del Encino, que daba sola ella, anualmente, más de 30,000 marcos de plata. El fuego consumió toda la armadura que sostenía la bóveda de los cañones, y la mayor parte de los mineros quedaron ahogados antes de poder llegar a los tiros.

La imagen que ilustra esta publicación corresponde a la hacienda de San Buena Ventura ubicada en la cañada de El Portezuelo, donde se ubicó la mina del Encino.

Compartir:
Etiquetas:
Relacionados
Se dice
/seDiceGift.png
Especiales Criterio
/transformacion.jpeg
Suscribete
/suscribete.jpg
Más popular
Política actual impide el desarrollo: Marivel Solís
Por Gerardo Ávila . 24 de mayo de 2016
Por Gerardo Ávila . 30 de noviembre de 2015
Por Gerardo Ávila . 9 de agosto de 2017
Por Federico Escamilla . 12 de febrero de 2018

© Copyright 2023, Derechos reservados | Grupo Criterio | Política de privacidad