El poder del estrellato
 
Hace (58) meses
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Eduardo Ruiz-Healy

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Ronald Reagan tenía 26 años en 1937 cuando debutó como actor cinematográfico en Love is on the Air, una película que hoy nadie recuerda.
Fue un actor mediocre, pero se hizo famoso después de aparecer en 54 cintas entre 1937 y 1964 y en 17 programas de TV entre 1950 y 1965 (de 1954 a 1962 fue el anfitrión de 235 emisiones de la serie dominical de televisión General Electric Theater).
En 1964 decidió dedicarse de lleno a la política. Fue electo gobernador de California en 1966 y reelecto en 1970 para el periodo 1971-75. En noviembre de 1980, teniendo 69 años, ganó la elección presidencial y en enero de 1981 se convirtió en el 40° presidente de Estados Unidos. En 1984 fue reelecto para el período 1985-1989.
Reagan probablemente no hubiera sido gobernador y presidente si antes de emprender su carrera política no hubiera sido ampliamente conocido. Le ayudó también ser un hombre que sabía cómo comunicar sus ideas.
La fama que proporciona ser estrella de cine, televisión, deporte o del mundo del entretenimiento ha hecho posible que centenas de personas incursionen en la política, con diferentes grados de éxito.
Tratándose solo de actores-políticos, en Wikipedia aparecen más de 200 nombres.
Donald Trump, si bien nunca fue actor, supo crearse desde muy joven una imagen pública, primero como un supuestamente exitoso desarrollador inmobiliario producto de la cultura del esfuerzo, luego como el fundador de diversas empresas que a la postre quebraron, y después como coautor de 18 libros que lo ayudaron a posicionarse como un moderno Rey Midas y un genio de la negociación. Finalmente, cuando era una personalidad, incursionó en el mundo del espectáculo.
Entre 1985 y 2012 apareció, como el mismo, en 18 programas de televisión y 13 películas. Nunca rehuyó ser entrevistado en los medios y sin empacho alguno hablaba de sus preferencias sexuales en The Howard Stern Show. Y claro, de 2004 a 2015 fue el conductor del exitoso reality show El Aprendiz (The Apprentice).
Con tal de construir su imagen pública, hasta actuó en comerciales de TV de Piza Hut y McDonald’s y en un video musical.
Y mientras sucedía todo lo anterior era un empresario quebrado, de acuerdo con sus declaraciones fiscales para el periodo 1985-1994 que dio a conocer el miércoles pasado el diario The New York Times (www.nytimes.com). En en ocho de esos 10 años Trump reportó pérdidas que ascendieron a 1170 millones de dólares. Solamente en 1991 perdió 418 millones de dólares.
Y todo esto sucedía mientras lanzaba tres libros supuestamente escritos por él: The Art of the Deal (1987), Surviving at the Top (1990) y The Art of Survival (1991).
El reportaje del diario neoyorquino anota que “Los números correspondientes a los impuestos, para los ejercicios fiscales de 1985 a 1994, pintan una imagen mucho más lúgubre de las capacidades de negociación de Trump y de su situación financiera que la que él ha querido transmitir desde hace tiempo”.
Lo que se lee en el New York Times deja claro que Trump es un embaucador y un mal empresario que supo aprovechar el poder del estrellato para convertirse en el hombre más poderoso del mundo sin la menor experiencia política.
Da miedo pensar que el mundo está hoy en manos de él y otros que se le parecen mucho.

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