Qué tienes, que te pasa?- era el año de 1987, cursaba la escuela preparatoria, en aquellos tiempos, las materias que requerían laboratorio, eran física, química y biología, el faltar a una práctica de cualquier materia te orillaba a casi reprobar la materia. Cierta ocasión, en el laboratorio de física, mis compañeros de equipo y yo habíamos sacado el material necesario para dicha práctica, empezamos sin contratiempos, pero un mal manejo del equipo hizo que rompiera una pieza muy rara. Obviamente tenía que reponerla, por lo que me di a la tarea de conseguirlo, para lo cual pregunte en una tienda especializada que estaba enfrente del palacio de gobierno; para mi sorpresa, dicho material no lo tenían en existencia y más aún, no pensaban en traerlo. Además, había un gran problema, era muy caro, algo fuera de mis posibilidades. Mi estrés y preocupación se multiplicaron. Se lo comunique al responsable del laboratorio y me dijo que vería la posibilidad de conseguirlo en el Distrito Federal. Cuando me dijo que sí lo podía conseguir él, pero que costaba aproximadamente 86 pesos, mis latidos del corazón se aceleraron y empecé a sudar, le dije que lo conseguiría, pero en realidad no sabía qué hacer, no le quería pedir dinero a mi mamá, pero mucho menos a mi padre. Tal fue mi preocupación, que mi cara me delataba, mi madre no tardó en darse cuenta que me pasaba algo; le platique todo lo que ocurrio y las consecuencias de no pagar el material roto. Me dijo que ya no me preocupara, que ella me daría el dinero. Hasta la fecha, ella me percibe si algo me está preocupando, no escapo a su sensibilidad materna.Después del susto que le di a mi madre a los pocos meses de haber nacido, al enfermar gravemente de una afección estomacal, ella prosiguió con su vida, sus hijos, el hogar y una máquina de coser eran su quehacer cotidiano. Pero las malas noticias no paraban en su vida. Recordemos que sus tres hermanos mayores se habían marchado hacia los Estados Unidos a trabajar, que venían esporádicamente a visitar a sus hermanas. Sólo uno de ellos volvió para quedarse, fue su hermano Felipe, quien murió hace 50 años aproximadamente, producto del golpe que sufrió en la cabeza por una caída en la banqueta al salir de una cantina.Sólo era Justino el que venía a verlas cada dos años, contándoles que le había perdido la pista a su hermano mayor Nicolás haya en la Unión Americana, que se veían esporádicamente, pero en una reunión se despidió intempestivamente porque se acercaban agentes migratorios y de ahí ya no supo más de él, que incluso puso anuncios y lo busco, pero ya jamás supieron de su paradero. En aquellas ocasiones que Justino venía a ver a sus hermanas, traía consigo regalos y hasta pacas de ropa para ellas y sus familias, su amor por ellas era enorme. También aprovechaba para visitar la tumba de su hermano Felipe, a quien al pie de su tumba le decía: “Ay carnal, ¿quién te seguirá?” En sus visitas a Pachuca, Justino llegaba antes de la navidad, coincidiendo en varias ocasiones que fueran los 19 de diciembre; en el año que le tocaba venir, sufrió un accidente en la empresa donde laboraba, falleciendo precisamente un 19 de diciembre. Cuando Cristina se enteró, se dirigió a casa de su hermana Mercedes para ver que hacían al respecto; en su traslado en el camión de la colonia Morelos, una señora al ver el llanto de mi madre, se le acercó y le pregunto qué le ocurría, ella le platico brevemente el terrible suceso de su hermano, “Ahora él está más cerca de usted, él la está vigilando, él la protege” fueron las palabras de alivio de aquella señora.Cristina y sus hermanas pensaron en ir a los Estados Unidos por su cuerpo, pero su cuñada les dijo que ella se encargaría de repatriarlo, algo que no sucedió. Hasta la fecha, Cristina pide en sus oraciones a sus hermanos que nos cuiden y protejan. No tuve el gusto de conocerlos, pero los veo en los ojos de mi madre cuando le brillan al hablar de ellos. Vivamos juntos el aquí y el ahora.