Conforme pasan los días la sensación de soledad internacional crece en torno a México y sus puntos de disputa con el gobierno de Donald Trump, quien por su parte avanza en lo que dijo y no rectifica como muchos deseaban, salvo con la política de una sola China.

Lo paradójico y cruel del asunto es que todo apunta a que la diplomacia mexicana está sola porque quiere, pues sigue en la búsqueda de canales de entendimiento con la nueva administración estadunidense, que por su parte, no entiende nuestras razones.

A principios de este mes el expresidente chileno Ricardo Lagos, quien pretende regresar al poder, declaró al español El País su asombro de que América Latina ante la pretensión del muro fronterizo no hubiera dicho: “todos somos mexicanos”. Y añadió que la pretensión de que esa construcción la pague México “es una ofensa para todos los latinoamericanos”.

Y sí, América Latina debería de responder, es nuestro nicho natural, pero hay que recordar que desde los 90 del siglo pasado México reforzó su alianza con Estados Unidos y quemó u olvidó la mayoría de puentes con América Latina.

En los años subsecuentes Brasil se convirtió en rival económico de nuestro país dificultando las alianzas. Argentina, Venezuela, Bolivia comenzaron un camino muy diferente al mexicano, alejándose también.

Quedaron dos mundos: América Latina “perdió” a México, que virtualmente se “incorporó” a Estados Unidos y Canadá, quedando Sudamérica por su cuenta, con la excepción de Colombia que tendió también al norte, y flotando en el limbo, Centroamérica, con graves problemas que nadie le ayuda a resolver.

La retórica por supuesto se mantuvo, fortalecida con el sueño bolivariano chavista que como otros intentos latinoamericanistas, no ha funcionado.

Ahora que México está siendo expulsado del paraíso norteamericano, todo apunta a que está solo aunque de nueva cuenta la retórica diga que se mira al sur, ahora sí.

La canciller argentina del gobierno Macri, Susana Malcrorra, quien parece que algo sabe de relaciones internacionales tras haber sido jefa de gabinete del recién salido secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki Moon, explica también a El País una aseveración del inicio de este comentario: “nos han pedido (de México) que estemos atentos, pero con prudencia”, ya que “México está buscando un camino de acercamiento” con la administración Trump. Estamos solos porque queremos.

La inclusión por la Casa Blanca del vicepresidente venezolano Tareck El Aissami en una lista de funcionarios de ese país por nexos con el narcotráfico puede alejar aún más la posibilidad de un frente latinoamericano ante Trump: ya el presidente venezolano Nicolás Maduro había dicho que “no se sumaría” a la guerra de declaraciones de odio contra el nuevo mandatario estadunidense. ¿Qué hará ahora ante esa inclusión? Una respuesta belicosa lo alejaría de México o de Colombia. Internamente no puede quedarse callado, y por ahí podría haber un punto de apoyo que, sinceramente, se ve lejano para armar un frente latinoamericano que no tendría que ser antiTrump, sino simplemente de respeto, que por cierto, se gana.

De salida

Las marchas de este domingo llevaron todo tipo de consignas, contra el muro, la pretensión de que lo pague México, las deportaciones y un amplio etcétera. Pero en ese amplio etcétera no estuvo alguna referida al TLC, que en contraste sí ha estado a la cabeza de la agenda de acercamiento del gobierno mexicano con su homólogo estadunidense. Esto y la percepción de que los migrantes no quieren ser recibidos con los brazos abiertos aquí, sino ayudados a quedarse allá, parece mostrar caminos divergentes entre sectores importantes de la sociedad mexicana y su gobierno.