Al robo de combustibles se le denomina guachicoleo; a quienes trafican con ese producto, guachicoleros. Conforme pasan los días, el término ha adquirido nueva connotación urbana: pedir “mordida” es equivalente a guachicolear, “ordeñar” a automovilistas y choferes del servicio público.
DE PEDIGÜEÑOS A HAMPONES
Hace algunos años existía un catálogo de frases casi mágicas que, mediante la sutileza, la amenaza (con interrogaciones o admiraciones) y la desfachatez obligaban y obligan a abrir el bolsillo de toda clase de conductores de vehículos para entregar, nunca de buen grado, monedas o billetes nunca inferiores a cinco o diez pesos a los “mordelones”, nuevos guachicoleros, de todos los rangos.
“¡Éntrale!”, “¡ponte parejo!”, “¡quihubo!”, “tengo sed”, “dame para los chescos”, eran algunas expresiones que usaban y usan todavía agentes de la policía preventiva o de vialidad para ablandar a los conductores que supuestamente incurren en alguna infracción.
Pedigüeños y extorsionadores los huachicoleros del Perro
Ha aparecido en los últimos años una caterva de vagos que de pedigüeños han saltado las trancas al convertirse en verdaderos extorsionadores. Forman parte de un ejército de hampones bajo la tutela de un sedicente líder de comerciantes ambulantes apodado “El perro”, evidentemente protegido por dirigentes del PRI, obviamente amparado por anteriores gobernadores del estado. Son los huachicoleros urbanos, que no ordeñan ductos de gasolina, pues se dedican a chupar el sudor, la sangre, a la gente de bien que trabaja.
LA MORDIDA
Ahora que vivimos la intensidad de una campaña emprendida por el presidente López Obrador es menester recordar que cuando los automovilistas y choferes del servicio público entregan cierta cantidad de dinero por violar algún reglamento realizan un acto de soborno.
Por su lado, cuando los policías o cualquier agente de la ley solicitan una dádiva incurren en serios quebrantos al código de ética que han tratado de hacer valer sus superiores y realizan un acto de cohecho.
A la mordida se pretende darle connotación de dispensa porque, aparentemente tiene su origen en los bajos sueldos de los servidores públicos, quienes buscan esa “ fuente” de ingresos fáciles, para medio vivir . Es un vicio tan acendrado que incluye la predisposición de muchos ciudadanos que recurren al soborno ”para no perder tiempo” en arreglar legalmente o pagar las infracciones cometidas.
La mordida, pues, equivale al guachicoleo, es ilegal, pero tolerada por las autoridades superiores.
Las pandillas de malvivientes que se han adueñado de las paradas de taxis y autobuses de la ciudad de Pachuca para exigir, mediante ademanes amenazadores, cuotas a los conductores, deben ser desterradas del ámbito urbano. Hacen falta campañas de profilaxis social.
El gobernador del Estado, Omar Fayad, tiene una oportunidad de oro para afianzar el poder, siguiendo lineamientos dictados por el presidente de la República: acabar con los guachicoleros que han hecho de Hidalgo su centro de operaciones con la ayuda o el auxilio de presidentes municipales, comisariados ejidales y hasta policías. Existen ejemplos, como el de Tlahuelilpan que al ser aclarado daría pie para investigar a otros funcionarios.
Los primeros pasos ya los emprendió el presidente López Obrador al repartir estímulos económicos, para que la gente ya no robe las gasolinas, en municipios donde campea el guachicoleo.
Además del guachicoleo en los ductos, el gobernador Fayad podría acabar con el guachicoleo urbano impuesto por seudo líderes como Oscar Pelcastre “El perro”, quien además de mantener en jaque a la administración municipal de la panista Yolanda Tellería, juega con la doble filiación, la del PRI a quien le ha servido con sus grupos de golpeadores, y al Partido Nueva Alianza con cuyos líderes pensaba ocupar una diputación local.