Historia de la Ignominia en México
 
Hace (99) meses
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La mujer de Afrodisio acudió a un consultorio. Le dijo al médico: “Vengo a que me saque un diente”. Le indicó el facultativo: “Se ha equivocado usted, señora. Yo soy ginecólogo. Si quiere que le saquen un diente debe ir con un odontólogo”. Precisó ella: “El diente es de mi esposo”. (No le entendí). Doña Macalota le dijo a don Chinguetas: “Ya hice algo para la cena”. Preguntó él: ¿Qué hiciste?”. Contestó ella: “Reservaciones”. Dos cazadores se cubrieron con un cuero de vaca para poder acercarse sin ser vistos al estanque de los patos. Cuando llegaron no había ninguno. De pronto uno de los cazadores le dijo al otro: “¡Rápido! ¡Pásame el rifle!”. Preguntó el otro: “¿Vienen los patos?”. “No -respondió el primero-. Viene el toro”. A la novia de Babalucas le gustaba el ballet. Le dijo al tonto roque: “Te invito al Lago de los Cisnes”. Babalucas se presentó a la cita con atuendo de cazador y llevando su escopeta. Con tono solemne Capronio le manifestó al médico: “Doctor: soy hombre forjado en el sufrimiento. Estoy acostumbrado a los golpes de la vida. Puede decirme entonces la verdad: por muy dura que sea la arrostraré serenamente. Dígame: ¿es cierto que ya sanó mi suegra, y que mañana la dará usted de alta?”. Cuatro reos hicieron un plan para fugarse de la prisión, e invitaron a otro a que se les uniera. Les dijo éste: “Me encantaría escapar con ustedes, compañeros, pero allá afuera está mi esposa”. Una mujer llegó a las puertas del Cielo y le dijo a San Pedro que quería saber si ahí estaba su marido. “¿Cómo se llama él?” -preguntó el apóstol de las llaves. Respondió la señora: “John Smith”. “Aquí hay más de mil hombres con tal nombre -le indicó el portero celestial-. ¿Alguna seña particular?”. “Sí -contestó ella-. Antes de morir me dijo que se daría una vuelta en su tumba por cada vez que yo le hubiera puesto el cuerno”. “Ah sí” -dijo San Pedro. Y volviéndose a un ángel le pidió: “Dile al Trompo Smith que venga”. Aviso importante. Mañana aparecerá aquí “El chiste más breve y más pelado en lo que va del año”. Es sumamente majadero. ¡No se lo pierdan mis cuatro lectores! El cuerpo ha sido siempre motivo de recelo para quienes sólo piensan en el alma. Los hombres de religión lo han despreciado, lo han herido con azotes y cilicios. Según cierta etimología conventual la palabra “cadáver” se forma con la primera sílaba de los vocablos que componen la frase latina “Caro data vermis”: carne dada a los gusanos. En los colegios religiosos el cuerpo humano aparecía en las cartas anatómicas sin nada en la entrepierna, lo cual me provocaba angustia cuando niño, pues pensaba que a mí me había salido en esa parte una excrecencia que nadie más tenía. Era contradictorio el trato que los dueños de Dios daban al cuerpo: por una parte lo denostaban como a cosa baja y sucia, y por otra decían que era templo del Espíritu Santo. En tratándose de los pecados, los del cuerpo -la gula, la lujuria- son menos temibles y más débiles que los del alma. Se acaban con los años, igual que el cuerpo, su morada. En cambio los pecados del espíritu -la envidia, la soberbia, la avaricia- se acrecen al paso del tiempo, y sólo terminan con la muerte. Yo digo que debemos venerar al cuerpo como a cosa sagrada, y no pecar contra él privándolo de aquello que le corresponde por su naturaleza -el ejercicio de la sexualidad, pongo por caso- o maltratándolo con abusos o con vicios. El cuerpo humano es creación divina, y como tal hemos de respetarlo y guardarle consideración. En eso los paganos fueron más sabios que los teólogos. A mi pesar, sin embargo, debo reconocer que hay cuerpos que en ocasiones avergüenzan. La República entera se ruborizó al saber que el cuerpo diplomático en pleno cantó el Himno Nacional cuando el presidente anunció que el Chapo había sido recapturado. Alguna vez se escribirá la “Historia de la Ignominia en México”, en 17 mil volúmenes, más los que se acumulen el día de su publicación. Esa larga crónica contendrá la reseña de tan bochornoso acto, y el mexicano que la lea volverá a sentir que se le cae la cara de vergüenza. FIN.

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