Después de la final del futbol mexicano y un sismo magnitud de 5.1, dio inicio ayer al segundo debate presidencial, el cual llegó con una fuerte carga política y de nerviosismo de los diferentes sectores de la población, con un desliz de la moneda mexicana frente al dólar y un incremento preocupante de la violencia en el país.

Si bien es cierto que Andrés Manuel López Obrador se presentó como el candidato a vencer en el segundo debate, al encabezar los sondeos de las más importantes encuestadoras del país, el nuevo formato permitió a todos los candidatos por igual tener una mayor libertad para expresar sus ideas y planes de gobierno, pero también aprovecharon este nuevo formato para señalarse mutuamente actos de corrupción que, aseguraron, se cometieron.

El segundo debate, sólo por el hecho de que no estuvo Margarita Zavala, tuvo más dinamismo. La estrategia de los candidatos adversarios a López Obrador tuvo un cambio, dieron tiempo a sus propuestas sin dejar de atacar al líder de las encuestas. En este sentido por primera vez, vimos a un López Obrador subir el tono de ataque a sus adversarios. Por ejemplo, a Ricardo Anaya le mostró un libro llamado Las mentiras de Anaya y escondió su cartera al acercársele Anaya; le dijo demagogo y canallita, y calificó a Meade y a Anaya como integrantes de la mafia del poder.

Ricardo Anaya mostró su capacidad de oratoria y movilidad en el escenario, insistió en atacar a Meade y a AMLO, logró incluso en momentos incomodarlos. José Antonio Meade se vio con conocimiento y dirigiendo sus embestidas a López Obrador y Ricardo Anaya, sin lograr más. La participación de Bronco realmente dejó mucho que desear, quizás ya no lo veremos en el tercer debate.
Los moderadores intervinieron más que en el pasado debate, insistiendo si el candidato se alejaba de la pregunta y. en ocasiones, un poco duros.

Finalmente la pregunta sería: ¿Qué candidato ganó el segundo debate presidencial? No me convenció ninguno, lo dejaría en empate técnico, pero sí vi un perdedor: el Bronco.