Investigación y desarrollo: poco dinero, pocos resultados
 
Hace (61) meses
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Eduardo Ruiz-Healy

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El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) fue creado en diciembre de 1970 y a lo largo de sus 48 años de existencia ha tenido 14 directores generales, incluida María Elena Álvarez-Buylla, quien el 1 de diciembre pasado se convirtió en la primera mujer en ocupar dicha posición.

En su sitio www.conacyt.gob.mx, este organismo público se describe como el “coordinador del Sector de Ciencia y Tecnología… puede impulsar y gestionar la investigación y el desarrollo científico y tecnológico del país y una mejor capacidad de innovar…”.

Por la importancia que para el desarrollo económico y social de un país tienen la ciencia, el desarrollo tecnológico y la innovación, cualquiera supondría que los gobernantes de México les dedicarían cuantiosos recursos, por lo menos un monto equivalente al 1.0% del producto interno bruto (PIB), que es la meta mínima establecida hace años por los expertos.

El Banco Mundial informa que en 2016 el gasto mundial en investigación y desarrollo como porcentaje del PIB mundial fue de 2.31%. Nuestro país gastó ese mismo año el equivalente al 0.5% de su PIB, muy por debajo del porcentaje mundial.

Los montos que los gobiernos de nuestro país han dedicado a la ciencia y tecnología contradicen los discursos de todos los presidentes que han gobernado al país, incluido el actual, Andrés Manuel López Obrador. Todos ellos expresaron su apoyo a estas actividades, pero en los hechos demostraron no estar muy interesados en que México sea una potencia científica y tecnológica que dependa menos de los inventos y la tecnología desarrollada en otros países.

Fue en 2014 cuando, de acuerdo al Banco Mundial, se dedicó el mayor porcentaje del PIB a la investigación y desarrollo: el 0.537%. Desde entonces, los montos fueron reducidos cada año por los legisladores, por sugerencia del entonces presidente Enrique Peña Nieto. Sin embargo, en pesos y centavos, fue en 2015 cuando la inversión fue mayor, pues de acuerdo con datos oficiales, en números redondos, alcanzó los 41 045 millones de pesos. En 2016 la cantidad se redujo a 39 308 millones, en 2017 a 29 290 millones y en 2018 a 28 124 millones.

En el primer año de la Cuarta Transformación, el monto a ejercer será de apenas 24,664 millones, 13.6% inferior al de 2018 y ligeramente superior al de 2011.

Además de que han sido escasos los recursos que se han dedicado a la investigación y desarrollo, es muy probable que éstos no se hayan gastado eficientemente.

El subdesarrollo científico y tecnológico de México es evidente. En 2015, cuando la inversión fue la mayor de la historia, se registraron 172 patentes mexicanas. En el resto del mundo, el total fue de 298 407 patentes. Es decir, nuestro país contribuyó con solo el 0.06% del total.

Se dice que la reducción del presupuesto dedicado a la investigación y desarrollo obedece a que en el sector hay pocos investigadores de verdad y, en cambio, hay muchos experimentadores que dilapidan los recursos haciendo experimentos para corroborar los descubrimientos hechos por científicos de alrededor del mundo. El resultado: pocos resultados, pocos descubrimientos y pocas patentes.

Tal vez el CONACYT también acabó siendo presa de los cleptócratas que corrompieron a la mayoría de las instituciones del país y debe ser refundada.

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