La campana de la parroquia de la Asunción
 
Hace (69) meses
 · 
Compartir:

Se asegura desde tiempos inmemoriales que, al fundirse una campana, es menester sacrificar un ave canora en el mismo lugar de la fragua, a fin de que el sonido del bronce se produzca con la intensidad y timbre adecuados, así como para que el metal resulte fuerte y duradero. Esta tradición ha dado pábulo a infinidad de leyendas, una de las cuales, por estar relacionada con la ciudad de Pachuca, es materia del sucedido que la conseja popular puso por nombre La Mujer que se transformó en Campana.

Fue el templo de Nuestra Señora de la Asunción a los Cielos el segundo construido en esta comarca, ya que el primero fue el de La Magdalena, levantado para 1534 en la vecina población de Pachuquilla –llamada entonces Magdalena Pachuca–, en tanto que el de la Asunción, edificado en las inmediaciones del antiguo valle de Tlahuelilpan, hoy asiento de la ciudad de Pachuca, se concluía en 1553 y era elevado a la categoría de parroquia en 1560. Era aquel templo una paupérrima nave, hecha con paredes de adobe y techo de tejamanil, según las descripciones.

No obstante su existencia como parroquia, el primer registro sobre la impartición de sacramentos se efectuó hasta el 7 de marzo de 1568, según se lee en el primer libro de bautismos que existe en el templo; debido a lo anterior, pronto se hizo necesario levantar un sencillo y alto campanario a efecto de que el tañido pudiera escucharse a todo lo largo y ancho del valle de Tlahuelilpan, que, como ha quedado dicho, abarcaba el antiguo asiento del hoy centro histórico de la ciudad de Pachuca, entonces ocupado, según puede apreciarse en los planos levantados a finales del siglo 16, por una infinidad de haciendas de beneficio ubicadas en las márgenes del río Pachuca, hoy de las Avenidas, del que aprovechaban las aguas que entonces en abundancia recorrían su cauce.

Como las limosnas eran exiguas, el cura apenas pudo contratar los servicios de Tiburcio Palomino, trabajador en la fragua de la hacienda de beneficio del español Constantino Cerezo, a quien le solicitó también la posibilidad de usar sus hornos para fundir la campana, lo que autorizó Cerezo de inmediato.

Dispuso Palomino lo necesario para proceder a la fundición, verificó las porciones de metal que usaría, el molde y medidas; en fin, todo quedó listo para llevarla al horno a la mañana siguiente. Satisfecho de su trabajo, se dirigió muy contento a la casa de Francisca Iturbe, su novia, una joven criolla que vivía con sus padres en el humilde barrio de la Motolinica, cerca de la hacienda de Purísima, famosa ya por haber sido el lugar donde Bartolomé de Medina había descubierto el Sistema de Patio para beneficio de las platas a finales del 1554.

Se enfilaba por la vereda que conducía a la casa de su amada cuando se percató que, detrás de los matorrales, una pareja jugueteaba animadamente. La atención de Tiburcio se fijó distraídamente en el dúo que, retozaba al amparo de la maleza, pero quedó atónito cuando escucho la voz de su Francisca, que era inconfundible. Como el par de jóvenes no se había percatado de su presencia, continuaban enfrascados en su jolgorio. Al hacerse presente Tiburcio, los sorprendidos enamorados quedaron estupefactos. Sin dejar de mirarlos, Tiburcio llevó su mano al cinturón de donde pendía el martillo, que siempre lo acompañaba en el trabajo, lo sacó lentamente y enseguida, ciego de furor, empezó a asestar certeros golpes sobre la pareja, hasta que los cuerpos quedaron inertes. Entonces recapacitó en lo que había hecho, levantó primero el cuerpo del hombre, totalmente desfigurado, y lo echo, cañada abajo; pronto los perros darían cuenta de aquellos despojos.

Con ternura y gran arrepentimiento, recogió Tiburcio el cuerpo de su amada y al amparo de la noche lo condujo hasta la fragua, allí lo seccionó con toda calma y fue acomodando cada parte en los diversos niveles del molde. Prendió después el horno y al amanecer introdujo el molde rellenado con el metal y los despojos de la mujer al horno; esperó paciente sin moverse del lugar hasta que la operación concluyó cuando, enfriado el cobre, la campana salió de su molde. Dos días después era colocada en su nicho en la parte superior de la torre del templo.

Al día siguiente de su fijación en el nicho, se escucharon por primera vez sus campanadas, sonoras, brillantes y armoniosas. Todos quedaron satisfechos, menos Tiburcio, que creyó escuchar en cada toque los lamentos de su amada, hasta que se entregó a la justicia en las oficinas del alcalde mayor, donde confesó su crimen.

El cura de la Asunción fue el primero en lamentar lo sucedido pero, dadas las condiciones económicas de la parroquia, no aceptó que la campana fuera bajada de la torre y allí permaneció hasta 1647, año en que, debido al reblandecimiento de sus paredes, el templo primitivo se vino abajo, para iniciar la construcción del actual, en el que ya no se colocó aquella sonora campana, que probablemente se envió a una iglesia cercana.
Tal es la leyenda que, con el nombre de La Mujer que se transformó en Campana circuló entre la conseja popular en aquellos los primeros años del virreinato de la Nueva España en este Real de Minas. La fotografía del templo de Nuestra Señora de la Asunción a los Cielos, que ilustra esta publicación, fue realizada en 1901.

Compartir:
Etiquetas:
Relacionados
title
Hace 2 minutos
title
Hace 9 minutos
title
Hace 22 minutos
title
Hace 39 minutos
Se dice
/seDiceGift.png
Especiales Criterio
/transformacion.jpeg
Suscribete
/suscribete.jpg
Más popular
Política actual impide el desarrollo: Marivel Solís
Por Gerardo Ávila . 24 de mayo de 2016
Por Gerardo Ávila . 9 de agosto de 2017
Por Federico Escamilla . 12 de febrero de 2018
Por Gerardo Ávila . 30 de noviembre de 2015

© Copyright 2023, Derechos reservados | Grupo Criterio | Política de privacidad