Lealtad, agandalle y pragmatismo, sucesión en Hidalgo (2)
 
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La lucha por las candidaturas en la oposición hidalguense tampoco se libra de oscuras luchas y de ambiciones personales que han dado al traste con negociaciones que pudieron lograr la tan esperada –por los partidos opositores, desde luego— alternancia, como si esta fuese la panacea a todo mal que aqueje a la sociedad, cosa que no se logró a nivel nacional ni en las múltiples alternancias municipales que cada día son más comunes en toda la geografía nacional y en la estatal, amén de que las fuerzas políticas adversas al PRI, otrora gran mandón de Hidalgo, se frotan las manos esperando aumentar su tajada de alcaldías en 2020.

Así las cosas, empecemos por el antecedente primero de lo que hoy es Morena, es decir, el PRD, que en 1999 tuvo como su candidato a gobernador a Miguel Ángel Granados Chapa y la posibilidad de encabezar una gran alianza opositora que, a final de cuentas se cayó por las ambiciones del cantante Francisco Xavier, quien se empeñaba en ser él quien encabezara dicha alianza, con lo cual se allanó el camino al candidato priista Manuel Ángel Núñez, pese al enojo e inconformidad de Gerardo Sosa y la ruptura con el jacalense José Guadarrama Márquez y su Frente Democrático Hidalguense.

Seis años después fue Guadarrama Márquez quien abanderó al PRD, con una casi testimonial candidatura del panista poblano José Antonio Haghenbeck, pero sufrió una derrota mayúscula porque, al apropiarse del PRD local, provocó inconformidades, división y falta de apoyos que generaron una falta de trabajo, con lo cual, de nueva cuenta, se diluyó la tan ansiada alternancia.

Una auténtica esperanza de alcanzar el sueño opositor de sacar al PRI de plaza Juárez ocurrió en la siguiente elección a gobernador, pues en esa ocasión la empresaria hidalguense Xóchitl Gálvez alcanzó a unificar a panistas y perredistas en una alianza que se quedó a cinco puntos porcentuales de Francisco Olvera, candidato priista y a la postre gobernador de Hidalgo.

En esa elección hubo muchos factores, entre ellos una política aliancista impulsada por el presidente Felipe Calderón, encaminada a sumar oposiciones y restarle gubernaturas al PRI, sin embargo, los propios priistas hidalguenses señalaron que el triunfo de Olvera Ruiz se sustentó en la huasteca hidalguense, granero de votos tricolores que puso la definitiva distancia entre Xóchitl Gálvez y Olvera Ruiz.

Además, la soberbia de muchos operadores priistas y osoristas que confiaban en datos de encuestadoras nacionales los hicieron bajar la guardia, esperar un triunfo arrasador, y sin embargo ganaron por un pequeño. En ese proceso, Olvera Ruiz alcanzó 438 mil 94 votos, contra 394 mil 49 de Xóchitl Gálvez, lo que significó una ventaja de 5 puntos porcentuales, con porcentajes de 50 contra 45.

En el siguiente proceso electoral parecía que la oposición finalmente alcanzaría el poder, pues había reuniones donde muchos tiradores se reunieron para alcanzar otra vez una gran alianza: Gerardo Sosa, Moisés Jiménez, Julio Menchaca, José Guadarrama, Francisco Xavier, entre otros, anunciaban negociaciones para cristalizar el sueño de quitarle la gubernatura al PRI.

El final de la historia la conocemos, es decir que nuevamente ambiciones personales como las de Francisco Xavier y José Guadarrama echaron por tierra la reedición de una gran alianza, mientras un naciente partido de nombre Morena postulaba a un desconocido, y así, con una oposición atomizada, pese a las fuertes derrotas en muchos municipios, Omar Fayad alcanzaría la gubernatura, con el 43 por ciento de los votos y venciendo con facilidad a Francisco Xavier —27 puntos— y a José Guadarrama —14 puntos—, lo que si se hubiera sumado, con la aportación de Morena —7 puntos— quizás hubiera alcanzado para el sueño opositor.

Hoy la geografía política es distinta, tras la elección presidencial de año pasado que, con el arrastre de AMLO, pese a las paupérrimas campañas de Morena en Hidalgo, le dio 17 distritos locales a los pejistas y las 7 diputaciones federales, así como 2 senadurías de mayoría. Y con una aparente inercia, todos predicen una estrepitosa derrota del tricolor el próximo año, que solo presagiaría la salida del tricolor, del palacio de gobierno.

Pero nada está escrito y mientras el desgaste en el poder y una adversa atmósfera económica erosionan la economía mexicana, apostar por el impulso del presidente dentro de tres años es una jugada arriesgada. Así, en la lista de aspirantes a encabezar la candidatura de Morena al gobierno estatal, destacan el senador Julio Menchaca Salazar; el subsecretario de Hacienda, Arturo Herrera Gutiérrez; el líder del Grupo Universidad Gerardo Sosa Castelán, así como el líder magisterial Moisés Jiménez Sánchez. Y no falta quien apunta al superdelegado del gobierno federal Abraham Mendoza Zenteno, pero le falta largo trecho para crecer lo suficiente.

Y bajo la lógica de la entrega anterior, méritos, o falta de ello, experiencia, trabajo y aspiraciones todos tienen. Algo distingue en realidad a casi todos –se salvan Mendoza Zenteno y Herrera Gutiérrez—, su pasada militancia priista, por lo cual en realidad lo que todos ellos deben pelear, más allá de acrecentar su propio posicionamiento y abatir sus negativos, está en saberse el favorito del presidente.

Porque mientras Menchaca Salazar tiene un acotado posicionamiento, Herrera Gutiérrez tiene uno acotadísimo; así, Moisés Jiménez y Gerardo Sosa tienen un gran posicionamiento, pero unos altísimos negativos que devienen de su pasado y de un insistente golpeteo mediático.

¿Quién tendrá la nominación? A Moisés los respalda la maestra Elba Esther Gordillo y, sin duda, su suerte estará atada al éxito de esta por recuperar el SNTE y negociar cara a cara con el presidente; a su vez Gerardo Sosa está en medio de una jugada que busca implicarlo en lavado de dinero y huachicoleo, pero ha ido sorteando las dificultades y si libra las acusaciones, le habrán dado un impulso que lo pondría como mártir y víctima, atrayendo más simpatizantes y disipando las sombras del pasado, pues pondrían a estas en el mismo cajón que las acusaciones actuales.

Arturo Herrera Gutiérrez es quizás el más cercano a AMLO, pues desde que este último fue jefe de gobierno en el D. F., Arturo Herrera fue parte de su equipo. Pero a este tecnócrata pejiano le falta ser conocido, visitar su tierra, ser conocido por la gente, para tener una base que lo ayude en sus aspiraciones.

Julio Menchaca, senador, en su paso por el PRI tuvo una trayectoria limpia y ni siquiera las acusaciones en su contra gestadas en la pasada campaña electoral dañaron su imagen. Buscó desde el apoyo de la sociedad civil la Comisión de Derechos Humanos, renunció a su partido y como candidato ciudadano buscó, sin éxito, la alcaldía de Pachuca, sin embargo, la gente no lo repudió.

De ahí vino la invitación a Morena y ha sido uno de los personajes clave para sacar, desde el senado, nombramientos y leyes que requiere AMLO para su proyecto de nación. Esa es su jugada, quizás no vivir en el corazón del presidente, pero sí mostrarse como leal, cercano y eficiente colaborador. Ahí, desde la perspectiva de un político pragmático como López Obrador, podría ganar la nominación.

Y una vez que Morena tenga a su candidato, necesitará estructura, que los Servidores de la Nación y los programas sociales están construyendo, así como logística y presencia regional que esperan obtener el próximo año con la victoria en numerosos ayuntamientos. La pregunta es si, para dentro de tres años, bastará la fuerza y el arrastre de AMLO o habrán sido capaces de construir una candidatura, un aspirante, que aglutine a las diversas corrientes e intereses que hoy son parte de la confederación de Morena.

 

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