Esta flor es tan humilde que ni siquiera tiene nombre. Tomé una y le pregunté a doña Rosa:
-¿Cómo se llama?
Dijo:
-No sé.
Le pregunté a doña Licha:
-¿Cómo se llama?
Contestó:
-No sé.
Le pregunté a don Abundio:
-¿Cómo se llama?
Respondió:
-Abundio. ¿Pa’qué pregunta si ya sabe?
Esta flor da su color a los adobes grises de la tapia, y a los que pasamos por ahí nos regala su perfume.
Nadie sabe cómo se llama. Eso no importa. Si das lo mejor de ti a los demás no importa que no conozcan tu nombre.
¡Hasta mañana!…