A fin de pasar al otro lado del abismo, donde había un prado ameno y una fuente de aguas claras, la gente debía bajar con grandes trabajos y subir luego una fragosa cuesta.
Todos los días Hu-Ssong tomaba unos guijarros y los lanzaba al fondo de la sima. Le preguntaron sus discípulos:
-¿Por qué haces eso?
Respondió el filósofo:
-Es mi aportación para acabar con lo que nos separa de aquello que deseamos. Si todos hiciéramos lo mismo; si nuestros hijos y nietos también lo hicieran, alguna vez el barranco quedaría cubierto, y los hombres podrían disfrutar sin fatigas de lo que ahora nosotros debemos sufrir para gozar. Mis guijarros son pequeños, pero gracias a ellos el precipicio es cada día menos hondo.
Los discípulos supieron que el maestro hablaba palabras de verdad, y fueron ellos también a luchar contra el abismo.
¡Hasta mañana!…
“El novio lavó los platos después de cenar en casa de su novia”
El papá, muy preocupado,
le comentó a su mujer:
“Los lava bien. Ha de ser
seguramente casado”.