Serena y luminosa era la tarde.
Así, lleno de luz, tranquilo, ha sido el atardecer de Juan Martínez Tristán, cuyos 90 años festejamos este pasado sábado en Saltillo.
Juan es poeta, igual que otros esclarecidos Juanes: el de Taxco; el de Platero; el de la Cruz. También es músico: toca admirablemente el piano, que aprendió sin más profesor que su talento. Otra locura tuvo: la de ser maestro de banquillo. Fue a Reynosa, Tamaulipas, a enseñar por un año y se quedó 40. Luego su amigo y compañero de escuela Eliseo Mendoza Berrueto, buen gobernador de Coahuila, lo invitó a volver a su ciudad a realizar tareas de cultura. Ésa fue una de las mejores obras de su administración.
No hay quien haya conocido a Juan que no lo quiera. Su franciscana humildad no alcanza a ocultar su sabiduría. El mayor don que posee, sin embargo, es la bondad. Por eso su familia, sus alumnos de ayer y sus amigos nos congregamos en su torno para darle las gracias por haber enriquecido con su vida nuestras vidas.
Vivió muchas tormentas Juan Martínez, y todas las venció. Ahora, lúcido, generoso, nos sigue dando su poesía y su amistad. Que viva muchos años más. Él lo merece. Nosotros lo necesitamos.
¡Hasta mañana!…