Monreal, el gabinete y la crisis política en la 4T
 
Hace (57) meses
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Salvador García Soto
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Ricardo Monreal volvió a poner ayer el dedo en la llaga de la 4T, al hablar de la ausencia de operadores políticos en el gabinete que no acompañan al presidente ni le resuelvan los problemas, reclamos y crisis que le están estallando, todas, al Jefe del Ejecutivo. El diagnóstico del senador, que por segunda vez habla de “ausencias” en el equipo presidencial, parece confirmarse en los últimos días, cuando a López Obrador le estalla una crisis constitucional desde Baja California, por un gobernador que no entra en funciones y ya se está brincando las trancas, además de manifestantes en San Luis que casi se le meten a la habitación de hotel y lo hacen ver intolerante, o campesinos que le toman carreteras y se le plantan en el Zócalo porque nadie escucha sus reclamos presupuestales.

No hay operación política en las áreas responsables, como la Secretaría de Gobernación y otras dependencias y secretarios que no atienden ni resuelven las problemáticas de sus sectores. Los filtros históricos que solían proteger al presidente no funcionan y todos los problemas le llegan a Palacio Nacional. Nadie habla, por ejemplo, con los gobernadores, que no hacen nada o casi nada en seguridad pública y sólo esperando que les envíen a la Guardia Nacional para resolverles un problema que también es suyo; tampoco nadie opera con la oposición sobre temas críticos o importantes para este gobierno o ya no digamos con los líderes empresariales y los inversionistas, que siguen hablando de “incertidumbre” y cuestionan la política económica, mientras prometen inversiones millonarias sólo de saliva y que no fluyen por la desconfianza en el manejo de la economía y las decisiones radicales de un ala del gabinete.

Estas crisis recurrentes en las que siempre tiene que dar la cara López Obrador, lo mismo para calmar a ciudadanos enardecidos que lo sorprenden en su hotel, que para atender a campesinos que exigen “diálogo directo con el presidente porque el secretario no resuelve”, han hecho que ya se analice un cambio necesario en Gobernación, ante la realidad inocultable de que la secretaria Olga Sánchez Cordero y su equipo, han sido rebasados y desplazados incluso de varias de sus funciones constitucionales por decisión del propio presidente.

Aunque el tema no está aún decidido y el propio López Obrador ha estado analizando “opciones” y fecha para hacer un cambio en la Segob, la semana pasada la filtración de este tema, por parte del presidente de la Cámara de Diputados, Porfirio Muñoz Ledo, que habló del relevo de Olga Sánchez, pareció un intento del experimentado político por entorpecer o retrasar cualquier decisión que se pudiera tomar en ese sentido. “¿Que ya renunció Olga Sánchez?”, preguntó fingiendo ignorancia Muñoz Ledo, que en realidad estaba vacunando a su amiga, la secretaria, de un cambio que ocurrirá tarde o temprano.

El presidente, dicen en Palacio Nacional, tiene previsto nombrar a un nuevo titular de Gobernación entre septiembre y diciembre, tal vez en ocasión de su primer informe de Gobierno, bajo la lógica de que la posición de la exministra se ha desgastado y que se necesita una “figura fuerte”, un operador que retome la parte política y de búsqueda de negociación y consensos con los distintos actores políticos y públicos que se ha dejado de hacer en Bucareli. Como Jefe de Gobierno del antiguo DF, Andrés Manuel siempre gustó de hacer cambios previos a sus informes de gobierno, por lo que se piensa que estaría esperando para esas fechas para madurar bien su decisión.

Se habla en los corrillos del Palacio de tres pesos pesados que estaría considerando López Obrador para el tema de la gobernabilidad y la operación política: Marcelo Ebrard, que está demasiado ocupado en estos momentos con la política exterior y la relación con EU; el mismo Ricardo Monreal, que es un operador clave en el Congreso y que tiene la confianza del presidente, y Julio Scherer Ibarra, que aunque se encarga más de los asuntos jurídicos, también opera temas políticos para el presidente y tiene la cercanía y la confianza del mandatario.

Sería cuestión de ver por quién se decide el presidente y de qué tanto, Monreal, Ebrard o Scherer, quisieran ocupar el despacho de Bucareli, que aunque sigue siendo la posición más importante del gabinete, en materia de operación política, también es una dependencia a la que le quitaron demasiadas funciones y, en los hechos, la achicaron en este gobierno. Pero lo que es cierto es que, en cuanto el presidente se decida y le pida a alguno de ellos que se vaya a pararle problemas y manejarle crisis en su gobierno, López Obrador no tendrá que estar, un día sí y el otro también, dando la cara a cuanto problema e inconformidad surge, porque tendría, ahora sí, a un “hombre fuerte” en Bucareli. ¿Cuándo? Eso sólo él lo decide.

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