Mujer dura, con marido
 
Hace (71) meses
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Doña Soreca, mujer dura de oído, viajaba con su marido en automóvil. Un patrullero los detuvo. “Va usted manejando a exceso de velocidad” -le indicó al señor. Doña Soreca preguntó: “¿Qué dice? ¿Qué dice?”. Contestó el esposo: “Dice que voy manejando muy aprisa”. Inquirió el patrullero: “¿De dónde son ustedes?”. Doña Soreca se inquietó: “¿Qué dice? ¿Qué dice?”. Le informó su marido: “Quiere saber de dónde somos”. Se volvió hacia el oficial y le dijo: “Somos de Cuitlatzintli”. “¡Ah! -exclamó el patrullero-. Conozco bien ese pueblo. Ahí tuve una novia, e hice el amor con ella.

La recuerdo porque era fría, aburrida, inepta, incapaz de dar placer. Carecía por completo de sensualidad. Mujer más mala que ella para el sexo no he vuelto a ver jamás”. Doña Soreca volvió a preguntar: “¿Qué dice? ¿Qué dice?”. Le contestó su esposo: “Dice que cree haberte conocido alguna vez”. El joven galán llegó al departamento de perfumería de la tienda y le pidió a la encargada que le recomendara algún aroma, pues quería hacerle un regalo a su novia.

“Éste es muy bueno -le mostró la empleada-. Huele a rosas. Éste otro es excelente. Huele a nardos. Y éste es el favorito de algunas mujeres. Huele a dinero”. Me preocupa la posibilidad de que Ricardo Anaya, José Antonio Meade y Margarita Zavala no cumplan sus promesas de campaña si llegan a la presidencia, pero más, mucho más me preocupa que López Obrador cumpla las suyas. Eso de clausurar las obras del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México es aberrante anuncio que más parece fincado en un terco capricho personal que en la razón y el cálculo objetivo.

El ofrecimiento que ha hecho de pensionar a millones de personas es inviable. Para llevarlo a cabo necesitaría echar a andar la máquina de hacer billetes, con todas las nefastas consecuencias que eso traería consigo. Lo malo de muchos políticos es que no hacen lo que dicen. La peligrosidad de AMLO estriba en que sí lo hace.

Sabe bien lo que su feligresía espera de él: milagros, y no pararía en nada con tal de cumplir las esperanzas que ha sembrado, sin importar los efectos. Lo mejor que al país le podría suceder en caso de que López Obrador ganara la elección de julio sería que después de ceñir la banda presidencial se olvidara de lo que como candidato prometió y se pusiera a gobernar sin demagogia ni populismo.

Tal posibilidad, empero, se antoja muy remota. Las palabras no se las lleva el viento, y las que el tabasqueño ha dicho pueden volverse tempestades. (¡Bófonos!). Declaró Babalucas en reunión de amigos: “¡Qué gran destino turístico es Cancún! ¿Dónde más puedes pasarte una semana gratis en hotel de lujo; ir todas las noches a tomar la copa y a bailar sin que te cueste nada; recibir un buen regalo cada día y regresar del viaje con 10 mil pesos en la bolsa?”. Preguntó uno, sorprendido: “¿A ti te sucedió todo eso?”. “A mí no -aclaró Babalucas-. Pero a mi esposa sí”.

Don Firulete, señor de buena sociedad, pasó frente a una tienda de mascotas y vio en el escaparate a un loro que le pareció simpático. Entró y le preguntó al dueño el precio del perico. Le informó el hombre: “Lo tengo en oferta, porque perteneció a una chica de tacón dorado, y a veces usa un lenguaje inconveniente. Cuesta 500 pesos”.

Completó el cotorro: “Pero por mil te hago las tres cosas, guapo”. (Nota de la redacción. En otras ocasiones nuestro estimado colaborador ha usado esa frase: “Las tres cosas”. Sin embargo nunca ha aclarado cuáles son. Lamentamos sinceramente la omisión, que por desconocimiento de la materia nos vemos en la imposibilidad de remediar). FIN.

CATÓN

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