Mi abuela decía: “La vida te enseña, problema tuyo si no aprendes” y tenía razón.
Y es que parece que la tragedia de Tlahuelilpan no sirvió de mucho a los que viven en los municipios cercanos.
Según reportes de los cuerpos de seguridad, en los últimos meses se han reportado al menos seis tomas clandestinas con fuga de combustible y una de ellas, con incendio.
¿De plano son güeyes o qué chingados pasa por su cerebro?
No se puede comprender que la muerte de 137 personas no haya servido de nada.
¿O a poco ya se les olvidó el sufrimiento que pasaron las familias?
¿O les vale madre?
Solo así se entendería que, tras las consecuencias insospechadas de una fuga de combustible en una toma clandestina, no escarmienten.
Para muchos aún está fresco el momento de la desgracia, cuando un chorro de combustible, en segundos, se convirtió en una hoguera en la que fallecieron decenas de personas.
Las escenas son terribles y para muchos siguen en su memoria y, sin embargo, parece que ni ese horror fue suficiente para que los huachicoleros “midan el agua a los camotes”.
Recién conocimos la historia de un joven sobreviviente que padece por las quemaduras en gran parte de su cuerpo.
Para este hombre, continuar con su vida no es nada sencillo, pues tiene que enfrentarse a tratamientos costosos y que los ofrecimientos de que iban a ser solventados por autoridades solo quedaron en eso, en ofrecimientos.
Y es que prometer no empobrece, dar es lo que aniquila, así que, cumpliendo con el refrán, todos estuvieron muy ligeritos a la hora de ofrecer lo que, ya en la práctica, no han podido cumplir.
Porque en verdad sí que es costoso atender a una persona con quemaduras.
Un solo parche terapéutico para rehabilitar la piel de quienes enfrentan las secuelas de un incendio tiene un costo aproximado de mil 500 a 2 mil pesos y este joven requiere al menos uno diario.
Dígame usted si para las familias de escasos recursos que viven en esta región, enfrentar un gasto de esa naturaleza, ¿no está bien cabrón?
Imagino que además del costo de los parches, la familia de este joven tiene que desembolsar más dinero para los analgésicos y los antibióticos, sin contar con el costo de los traslados, las comidas para el paciente y su acompañante y lo que resulte.
Quizá lo más triste es que estos pacientes que sobrevivieron a la tragedia están afrontando la adversidad solos.
A muchos ya los olvidaron, los proyectos productivos nada más no llegan, los programas para rescatar al municipio no se mueven, pero eso sí, los diputados federales andan bien activos en la región presentando su informe de actividades.
¿En verdad tienen algo qué informar?
Qué cinismo, en lugar de informes, ¿por qué no apoyan con gestiones para que se agilicen los programas y proyectos prometidos?, le pregunté a una diputada.
¿Saben qué me respondió?
Que no tenía varita mágica, que todo es con calma.
Buena respuesta para quienes llevan siete meses esperando que les cumplan lo que les ofrecieron.
Palabras más, palabras menos.
Y ahí van de nuevo. Hablando de diputados, ahora resulta que los brillantísimos legisladores están pensando en lanzar una iniciativa para regular a los medios de comunicación para, según ellos, evitar que estos medios del demonio se conviertan en instrumento de la derecha en las elecciones intermedias.
¿Por qué no mejor se ponen a chambear para ayudar a quienes más lo necesitan y se dejan de pendejadas?
Espero sus comentarios.