Otra historia en el país de las fosas
 
Hace (54) meses
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Los vecinos llevaban meses soportando la fetidez que salía de un predio abandonado en la colonia La Primavera, en Zapopan, Jalisco. Se trata de una zona de baja densidad poblacional, en la que con frecuencia es posible ver animales pastando. Así que los vecinos creyeron que el olor podía proceder de una vaca muerta. Siempre había nubes de gruesas moscas, que revoloteaban alrededor de un pozo.

En aquel pozo estaba la mayor fosa clandestina hallada en el estado.

Personal forense comenzó a cavar. Aparecieron bolsas de plástico que contenían restos humanos cuidadosamente seccionados. Manos, pies, cabezas. Todo en el más macabro desorden.

Lo peor de todo es que aquello no tenía fin. Para seguir avanzando, fue necesario llevar al predio una de esas retroexcavadoras conocidas como “mano de chango”, que practicó una ranura lateral de más de 20 metros de profundidad, y permitió a los peritos el rescate de 119 bolsas. En estas había 16 cuerpos completos y 13 incompletos.

Los encargados de la investigación creen que al “armar” las diversas secciones anatómicas encontradas, el número de cadáveres podría llegar a 40.

En gran parte de los restos existían aún tejidos blandos adheridos al hueso. Fue posible identificar tatuajes, y en algunos casos, rasgos fisonómicos.

Al momento de escribir estas líneas las autoridades estatales habían logrado la identificación plena de cuatro de las víctimas: tres hombres y una mujer.

El primero fue reportado desaparecido el 1 de agosto de 2019. Un grupo armado lo extrajo de una colonia de Zapopan. El número dos desapareció el mismo día, en otro punto de ese municipio. Sus familiares reportaron que “salió y no regresó”. Tenía antecedentes penales.

La desaparición de la tercera víctima fue reportada el 16 de agosto. “Salió temprano y no regresó”. El hombre tenía antecedentes penales desde 2010.

La mujer tuvo contacto con sus familiares por última vez el 11 de julio. No hubo reporte de desaparición: al parecer, no la veían con frecuencia. Fue identificada por sus tatuajes.

La fosa de La Primavera parece encerrar una historia de horror que se desató en el último mes y medio. En ese lapso, alguien estuvo llevando las bolsas, y su contenido sanguinolento, a la boca del pozo.

Hace apenas seis meses, el 14 de marzo, un reporte indicó a la policía del estado que en un canal de aguas negras de Ixtlahuacán de los Membrillos flotaban varias bolsas con restos humanos. Aquella vez, la policía rescató los cadáveres despedazados de 20 personas: 19 hombres y una mujer.

Jalisco es una fosa. El 31 de agosto aparecieron 17 bolsas en Tlajomulco de Zúñiga. El 10 de agosto habían encontrado cinco bultos con restos humanos en una finca abandonada del mismo municipio. En mayo, la detención de tres personas reveló la existencia de una fosa más en Lomas del Mirador. Había tres cráneos y dos cuerpos. En abril, el Ejército localizó una finca en Santa Cruz del Valle. En el patio había palas, picos y tierra removida. Hallaron dos cadáveres.

Hasta agosto, la fiscalía de Jalisco había localizado 27 fosas con 123 cuerpos. El saldo de las pugnas del Cártel Jalisco. El legado del narcotráfico en un estado que el crimen organizado erigió en bastión.

Otra historia de locura en la que no hay responsables. Una historia más en el país de las fosas.

Héctor de Mauleón

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