Pachuca tuvo su feria: la de San Francisco
 
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El origen de la feria de San Francisco, en Pachuca, se remonta a la primera mitad del siglo XVIII, cuando el convento franciscano fue elevado a la categoría de Colegio Apostólico de Propaganda Fide –1732– para lo que fue necesario construir un nuevo claustro para novicios, por lo que se solicitó al Arzobispado de México, la licencia correspondiente, que permitía invitar a productores de frutas, verduras y carnes de toda la región, así como a artesanos y comerciantes para que se establecieran en el atrio del templo franciscano, quienes cubrían el diezmo correspondiente para cada negocio realizado, que era destinado por entero a la manutención del convento y de sus misiones en la Sierra Gorda.
En el año de 1772, al convertirse el convento en provincia autónoma, aumentaron nuevamente los gastos, en razón de haberse ampliado sus instalaciones para albergar un mayor número de servicios, lo que se logró gracias las magnánimas aportaciones de Don Pedro Romero de Terreros primer conde de Regla, quien fue nombrado como patrono del convento; sin embargo, ni aun así, se logró abatir el déficit ocasionado por la nueva condición del colegio apostólico, en razón de lo que se decidió mejorar la organización de los festejos del 4 de octubre de cada año y con ello atraer más fieles dispuestos a otorgar buenas limosnas y comerciantes que cubrieran los diezmos de sus ventas, propuesta que fue desde luego apoyada por Romero de Terreros.
Cuenta la tradición que, a partir de entonces, año con año, el conde de Regla iniciaba desde muy temprano el día 3 de octubre una magna peregrinación con sus trabajadores y cientos de fieles que se le unían en el camino. El contingente partía de Huascazaloya (hoy Huasca) donde Terreros tenía sus haciendas de beneficio, continuaba por Omitlán, seguía por Real del Monte y llegaba a Pachuca en la madrugada del día 4 de octubre, fecha en la que se iniciaban oficialmente las celebraciones religiosas en honor de San Francisco de Asís, a quien se dio el título de santo patrono de la ciudad.La ceremonia daba comienzo con la salida de todos los frailes y novicios del convento, quienes esperaban la peregrinación en el atrio. Cuando el conde de Regla llegaba hasta su presencia, el prior del monasterio le entregaba las llaves de todas las instalaciones monacales y solicitaba al noble benefactor permiso para seguirlas habitando; Terreros se dirigía entonces hasta el portón del templo y lo abría en señal de aprobación a la petición de los religiosos, que entraban, en ese momento, para la celebración del servicio eucarístico.
Mientras esto sucedía en el templo, afuera, en el atrio y las huertas (hoy parque Hidalgo) se instalaban puestos de comida, juguetes, dulces, así como vendedores de ganado y semillas que, por estar cercana la cosecha, reunía a un gran número de productores. Las festividades se prologaban por espacio de tres o cuatro días y en algunos casos hasta una semana entera.
La muerte del conde de Regla no fue obstáculo para que la feria continuara celebrándose anualmente.
Tampoco lo fue la decadencia minera de las primeras décadas del siglo XIX ni mucho menos la exclaustración de los franciscanos en 1860, por ello el 3 de septiembre de 1868, el gobernador del Estado de México, al que pertenecía esta comarca antes de erigirse el estado de Hidalgo, don José María Martínez de la Concha, quien por cierto era originario de Itzmiquilpan, otorgó licencia oficial para la celebración de la feria y concedió la condonación de todas las alcabalas a los productos que se expendieran durante ella. Desde entonces, de manera ininterrumpida se ha efectuado la feria anualmente.
Durante el gobierno de los hermanos Cravioto, a finales del siglo XIX la feria alcanzó fama inusitada, sobre todo entre los habitantes de la Ciudad de México, de donde llegaban por tren en gran cantidad, sobre todo en los fines de semana. Decayeron las festividades durante la etapa revolucionaria, para volver a cobrar auge a su término, ya en la década de los años 20, del siglo pasado.
Los gobiernos de Matías Rodríguez, Javier Rojo Gómez y José Lugo Guerrero se distinguieron por su gran labor para mejorar la festividad. El mandatario Quintín Rueda Villagrán se preocupó por darle una mejor imagen al hacerla de 1953 a 1956 “Muestra Industrial, Agrícola y Ganadera”, aunque la sacó de su original asiento y la llevó al viejo estadio deportivo de la ciudad, donde hoy se encuentra la Escuela Normal Benito Juárez. Años después volvió al parque, aunque salió nuevamente durante el gobierno del lic. Carlos Ramírez Guerrero, quien la instaló en un predio baldío ubicado donde hoy se encuentra el palacio de Gobierno.
Regresó la feria a su lugar original durante el gobierno de Manuel Sánchez Vite y ya en el periodo del lic. Jorge Rojo Lugo se le buscó una nueva ubicación, pero también una mejor imagen, así en el año de 1976, se celebró en rededor del desaparecido Lienzo Charro Nicolás Romero, actual asiento de un importante centro comercial y se le dio un objetivo especial, al denominarle “Feria del Caballo”. Al año siguiente en el interinato del Lic. José Luis Suárez Molina, se inauguraron sus nuevas instalaciones que, reformadas por el arquitecto Guillermo Rossell de la Lama, darían paso a las actuales sedes de los poderes Judicial y Legislativo.
En el periodo de gobierno del lic. Adolfo Lugo Verduzco se celebró en varios sitios, hasta inaugurarse el actual recinto ferial –1992– donde se ha celebrado en los últimos 30 años.
La imagen que acompaña esta entrega corresponde un cartel diseñado por el artista hidalguense Jesús Becerril, en 1979.

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