Inadvertidamente, estamos en una especie de experimento social de la mayor importancia para toda la América del Norte y Central: el establecimiento de las dos fórmulas más citadas para contener la migración: tercer país seguro y creación de fuentes de empleo ¿Cuál mostrará más eficacia?

Curiosamente, ambas tomaron cuerpo el pasado fin de semana, aunque en condiciones muy diferentes, que también deben ser tomadas en cuenta. La vía del país seguro descrita a grandes rasgos es que los migrantes peticionarios de asilo permanezcan en un país diferente al que buscan llegar y al suyo mismo, mientras su solicitud de asilo es tramitada en el país que escogieron.

Es una especie de válvula de seguridad, de colchón que regula y amortigua la presión sobre el país seleccionado, pero envía esa presión al tercer país seguro y aquí la pregunta es ¿Guatemala tiene esas condiciones?

Pareciera que la respuesta en negativa. Guatemala misma es fuente de expulsión de migrantes por las mismas razones de quienes se espera que reciba, es decir, falta de condiciones de desarrollo, en particular empleo, y violencia desatada por bandas criminales asociadas a la delincuencia organizada.

A esa situación se agregan al menos otros dos factores. El primero es la resistencia interna, que retardó casi una semana la firma ese acuerdo entre Guatemala y Estados Unidos, y que sigue. Ya la procuraduría guatemalteca presentó un amparo para que ese acuerdo no prospere y se suma a procedimientos anteriores, de manera que la plena vigencia del documento está en duda.

A lo anterior se suma la oposición de los candidatos presidenciales Sandra Torres y Alejandro Giammattei, quienes obtuvieron el mayor número de votos en la primera vuelta de las elecciones y se enfrentarán el 11 de agosto en la segunda y definitiva ronda, de manera que, aunque no prosperaran las acciones ante la justicia, quedaría esa resistencia.

Pero lo más importante es que, junto a que Guatemala no reúne las condiciones para dar seguridad a los migrantes, ese país es en sí mismo un expulsor de migrantes que ¿dónde obtendrán asilo, en México?

Frente a esta opción se encuentra la exportación de los programas de la actual administración mexicana hacia el campo y los jóvenes a Honduras, según se anunció el pasado sábado, cuando visitó México el presidente hondureño Juan Orlando Hernández, y que será financiado con los recursos ahorrados por la baja en el combate al huachicol, gracias a los cuales, además de las fuentes de empleo en México, se apoyará la creación de 20 mil trabajos en Honduras.

Este proyecto tendrá frente a sí varios retos. Primero, el de evitar desvíos en los recursos con que México lo impulsará, considerando los altos índices de corrupción que ahí se dan. Segundo, que sea atractivo para la población hondureña deseosa de migrar y que considere más atractivo quedarse que irse, y tercero, que sea vencida la tendencia a recurrir al narcotráfico como opción, sin considerar que este mejore sus ofertas “laborales”, incluida la amenaza.

Una coincidencia más es que ambos proyectos podrán tener su primera evaluación en el corto plazo del fin de año próximo, justo cuando comience la recta final de la campaña presidencial en Estados Unidos, donde el actual presidente, Donald Trump, busca reelegirse.

Y ello será así porque Trump ha agitado la bandera migratoria radicalizando su discurso para atraer el voto que necesita para mantenerse en la Casa Blanca, acción solo comparable a los ataques racistas contra representantes demócratas mujeres y negros, en lo que parece ser la confirmación de tendencias preocupantes: el encierro de Estados Unidos protegido por los muros antimigratorios, racistas y sexistas.

El año entrante, 2020, pinta ya, en consecuencia, como uno muy difícil para México y América Central que, de manera indirecta, son llevados a apoyar la bandera reeleccionista estadunidense, sin que ese apoyo signifique necesariamente dar solución a los problemas de fondo que generan migración y violencia.

Jorge Esqueda