El partido Morena surgió del mismo modo que su antecesor directo, el PRD: un movimiento de políticos y líderes sociales unidos alrededor de la figura de un caudillo.
El precursor del PRD fue el Frente Democrático Nacional (FDN), la alianza de partidos y organizaciones políticas que en 1988 lanzó a Cuauhtémoc Cárdenas como su candidato presidencial. Un año después se constituyó el PRD bajo el liderazgo de Cárdenas, quien fue su candidato presidencial en 1994 y 2000. Al apagarse la estrella del michoacano surgió el segundo caudillo perredista, Andrés Manuel López Obrador, quien fue dos veces el candidato presidencial del PRD, en 2006 y 2012.

En septiembre de 2012, AMLO abandonó al PRD para fundar su propio partido, Morena. Al quedarse sin su caudillo unificador, los perredistas que decidieron no seguir a su líder continuaron peleando entre ellos como lo han hecho desde la fundación de su partido, disputándose el poder y el dinero que representa tenerlo. Por sus divisiones internas, a falta de un caudillo, el PRD está hoy al borde de la extinción.

Al irse Andrés Manuel se fueron con él muchos perredistas, y con ellos sus pleitos y la falta de disciplina partidista que exhibieron cuando militaron en el PRD. Para complicar más las cosas, a Morena se unieron personas que antes militaron en el PRI, PAN y otros partidos. Se trata de políticos que, en su momento, combatieron a López Obrador y a los perredistas, pero que solo se volvieron morenistas para avanzar en sus carreras políticas, sin tener convicción alguna en los objetivos de la cuarta transformación o en los principios que pregona el caudillo de Morena.

Las divisiones entre los morenistas se han venido dando desde la fundación de lo que, como su nombre lo indica (Movimiento Regeneración Nacional), es más un movimiento social que un
partido político.

Por ejemplo, las diferencias ideológicas entre el futuro coordinador de la oficina presidencial, Alfonso Romo, y el próximo director del Fondo de Cultura Económica, Paco Ignacio Taibo, son evidentes y profundas. Para el primero, los empresarios y su dinero son necesarios para avanzar en el desarrollo del país; para el segundo, las empresas privadas deberían ser expropiadas en caso de que no obedezcan los designios de Morena y su caudillo.

También son notorias las diferencias entre el líder de los senadores morenistas, Ricardo Monreal, y el presidente del Senado, el también morenista Martí Batres. Para muchos de los que siempre han militado en la izquierda, como Batres, los expriistas, expanistas o exes de otros partidos que luego se unieron al PRD o a Morena no son ideológicamente puros, sino conversos cuyos motivos siempre son sus ambiciones personales y no los de los izquierdistas de verdad.

En varios de los 19 congresos locales en donde actualmente Morena tiene mayoría se están dando hasta con la cubeta. El caso más reciente ocurrió en el de la Ciudad de México, en donde una diputada morenista, Marisela Zúñiga, denunció que uno de sus compañeros cercano a Monreal, Miguel Ángel Macedo, le ofreció un soborno de medio millón de pesos en efectivo para que votara a favor de José Luis Rodrígez de León para el cargo de coordinador de los diputados de Morena, en sustitución de Ernestina Godoy, que será la Fiscal de la CDMX. Rodríguez de León ganó la elección y es válido preguntarse qué tan honesto fue el proceso.

Como presidente del PRD, Andrés Manuel fue capaz de domar a las fieras de un partido que nunca llegó a ejercer el poder máximo. ¿Podrá hacerlo ahora entre sus morenistas, que tanto poder tienen? Si fracasa en su intento, el país lo pagará muy caro porque nada bueno puede resultar si quienes toman parte de un gobierno están constantemente peleando entre ellos.

Eduardo Ruiz-Healy