La memoria de un político es como la de una computadora, un teléfono celular o una tarjeta flash y ellos mismos la usan como si de un puerto externo se tratara. Ayer, el presidente Enrique Peña y la aspirante a presidenta Margarita Zavala nos demostraron lo desechable y volátil que son sus amistades e ideologías, de la misma forma en que muchos otros lo han hecho a lo largo de los años.
Como si la gente olvidara, ambos políticos borraron de sus redes sociales las fotos que en su momento presumieron al lado de Julión Álvarez y Rafael Márquez, figuras que ayer cayeron en desgracia, pero de las cuales, en su momento, se aprovecharon para obtener popularidad, aunque fuera de la falsa. Cómo quien hace algo indebido y lo graba para después borrarlo, los políticos ignoran que las memorias de los celulares y computadoras son, digamos, imposibles de eliminar. Lo mismo vimos a principios de año con las decenas de gobernadores y funcionarios que en sus cuentas de twitter y Facebook presumían su figura junto a Javier Duarte de Ocho, exgobernador de Veracruz y ahora convicto juzgado por robarse el dinero de su pueblo.
Recuerde lo que le digo, por que lo mismo aplica para planes de gobierno y promesas de campaña, las cuales creen que con borrarlas del twitter dejarán de existir.