Procrastinación y/o desidia
 
Hace (68) meses
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¿Alguna vez hemos dejado de hacer, o de realizar, o de llevar a cabo actividades importantes sin razón aparente? Seguramente… ¿ha tenido usted la experiencia de saber perfectamente que tiene la obligación de realizar alguna acción, y pese a ello, no la hace? Bueno, pues esa sensación

de omisión tiene un par de definiciones muy claras: se le llama procrastinación y/o desidia.

La procrastinación (del latín procrastinare: pro, adelante, y crastinus, referente al futuro), postergación o posposición es la acción o hábito de retrasar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes o agradables.

Se trata individualmente de un trastorno volitivo del comportamiento que tiene su raíz en la asociación de la acción por realizar con el cambio, el dolor o la incomodidad (estrés). Este puede ser psicológico (en la forma de ansiedad o frustración), físico (como el que se experimenta durante actos que requieren trabajo fuerte o ejercicio vigoroso) o intelectual. El término se aplica comúnmente al sentido de ansiedad generado ante una tarea pendiente sin tener una fuerza de voluntad para concluirla. El acto que se pospone puede ser percibido como abrumador, desafiante, inquietante, peligroso, difícil, tedioso o aburrido, es decir, estresante, por lo cual se auto justifica posponerlo a un futuro sine die idealizado, en que lo importante es supeditado a lo urgente.

También puede ser un síntoma de algún trastorno psicológico, como depresión o TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad).

La procrastinación como síndrome que evade el responsabilizarse posponiendo tareas a realizar puede llevar al individuo a refugiarse en actividades ajenas a su cometido. La costumbre de posponer, si bien no se ha demostrado cabalmente, puede generar dependencia de diversos elementos externos, tales como navegar en internet, leer libros, salir de compras, comer compulsivamente o dejarse absorber en exceso por la rutina laboral, entre otras, como pretexto para evadir alguna responsabilidad, acción o decisión.

Este problema de salud no necesariamente está ligado a la depresión o a la baja autoestima. El perfeccionismo extremo o el miedo al fracaso también son factores para posponer, como por ejemplo al no atender una llamada o una cita donde se espera llegar a una decisión.

Existen dos tipos de individuos que ejecutan esta acción:

 

  • Procrastinadores eventuales, cuya actitud evasiva no se repite habitualmente.

 

  • Procrastinadores crónicos, cuya conducta evasiva es constante y repetida en el tiempo.

 

Los segundos son los que comúnmente denotan trastornos en los comportamientos antes mencionados. Algunos autores afirman que existen en la actualidad conductas adictivas que contribuyen a este trastorno de evasión: se refieren, por ejemplo, a las adicciones que, según algunos expertos, existen a:

 

  • La televisión.

 

  • La computadora u ordenador, y más concretamente a internet.

 

  • El teléfono móvil.

 

Otros autores afirman que tales adicciones no existen; no obstante, pese a que ya hay propuestas de tratamiento para este tipo de problemas conductuales (terapia cognitivo-conductual sobre todo), se trata de un tema muy nuevo, en el que aún hace falta realizar mucho trabajo de investigación.

Por otra parte, el llamado “síndrome del estudiante” (el hecho de que muchos estudiantes pospongan la entrega de sus trabajos hasta el último minuto del día de la fecha límite o el estudio hasta el día antes del examen) está presente, al parecer, también en otros grupos sociales: en las temporadas en las que se acerca la fecha límite para pagar los impuestos (para presentar las declaraciones mensuales o anuales), las oficinas donde se llevan a cabo esos trámites (los bancos, por ejemplo) se saturan de personas que asisten a realizar ese trámite hasta el último momento. Asimismo, es una conducta procrastinativa la que consiste en coleccionar muchas opciones como excusa para no decidirse por ninguna en concreto.

La procrastinación, en particular, es un problema de autorregulación y de organización del tiempo. Su solución consistiría, entre otras cosas, en lograr una adecuada organización del tiempo, concentrándose en realizar las tareas importantes que tienen un plazo de finalización más cercano. Quien pospone o procrastina una decisión, por no sentirse preparado -esperando que todo se resuelva por sí solo- suele aducir que lo hará después «… en cuanto tenga tiempo», con lo que está presentando, en el fondo, una conducta evasiva.

 

BASES PSICOLÓGICAS Y DE PERSONALIDAD

William Knaus, en Superar el hábito de posponer, propone una serie de características personales que son propias de las personas con tendencia a la postergación: creencias irracionales: basadas en una pobre autoimagen; perfeccionismo y miedo al fracaso: postergar y justificar un resultado final por falta de tiempo, sirve de excusa para evitar el miedo al fracaso; ansiedad y catastrofismo: pueden sentir autocompasión, escudándose en que no son aptas para las exigencias del mundo que les ha tocado vivir; rabia e impaciencia: las exigencias desmesuradas y el catastrofismo provocan también rabia e impaciencia, terminan atrapadas en un círculo de enfado-rebelión que empeora su rendimiento; necesidad de sentirse querido: el deseo de realizar tareas sobre la base de la recompensa en forma de amor o aceptación de los demás; sentirse saturado: el trabajo se les acumula y se ven incapaces de establecer prioridades, esto provoca sentimientos de ansiedad, saturación, estrés, angustia, indecisión, impotencia, inmovilización y fracaso, lo que cierra un círculo vicioso del que no pueden escapar.

Existen tres tipos de procrastinación: por evasión, cuando se evita empezar una tarea por miedo al fracaso. Es un problema de autoestima; por activación, cuando se posterga una tarea hasta que ya no hay más remedio que realizarla; por indecisión, típico de las personas que, intentando realizar la tarea, se pierde en pensar la mejor manera de hacerlo sin llegar a tomar una decisión. Se denomina también complejo de Penélope (la mujer de Ulises, que tejía y destejía siempre la misma tela para evitar casarse con los pretendientes al reino insular de Ítaca mientras esperaba que volviera Ulises).

Ahora bien, la desidia es otro término vinculado a la procrastinación, es un término que procede de un vocablo latino que hace referencia a la negligencia o a la inercia. La desidia, por lo tanto, está asociada a la falta de cuidado o aplicación y a la apatía.

La desidia puede asociarse también a la dejadez, la indolencia, el desgano, el desinterés, la holgazanería, la pasividad, y la vagancia que un individuo manifieste frente a una determinada situación.

Puede aplicarse también al orden de una casa, la higiene personal, el cuidado de los niños, la atención a los problemas.

La noción de desidia también puede estar vinculada al abandono, la desatención y las faltas en el cumplimiento de una obligación.

La desidia es una enfermedad cada vez más común. El concepto suele utilizarse en el ámbito de la salud mental para referirse a un cuadro patológico relacionado con la depresión. Las personas con desidia sufren de apatía constante frente a lo que les rodea y son imbuidas por un círculo vicioso en que cuanto menos hacen, menos les apetece hacer. Este tipo de mecanismos suele bloquearlos completamente, al punto de que deseen dejar a un lado todas sus responsabilidades. En algunos casos, esta situación de tristeza y de desinterés constante puede afectar muchos planos de su vida, no solamente la parte emocional.

La desidia es una enfermedad que puede afectarnos a todos, a algunos de forma más grave que a otros; en los últimos años, los problemas vinculados con las crisis económicas y el ritmo de vida acelerado incluyen esta desmotivación por la vida y por todo lo que antes nos causaba energía y alegría.

Es normal que en algún momento de nuestras vidas sintamos que no tenemos ganas de seguir en algo, pero si esto se repite constantemente y se disemina hasta alcanzar todos los aspectos de nuestra vida laboral, emocional, familiar es conveniente que le demos la importancia que se merece y busquemos alternativas que nos ayuden a salir de semejante cuadro.

Al igual que ocurre con la depresión, la desidia es una enfermedad que debe ser diagnosticada por un especialista; esto significa que no todas las personas que  se sienten desganadas la padecen. No obstante, todos aquellos que sufren de desinterés constante con la vida y con todo lo que les rodea, indudablemente padecen algún tipo de trastorno emocional que los llevan a sentir esas emociones. Por lo tanto, es recomendable que estas personas recurran a un especialista que pueda ayudarles a detectar a qué responde ese malestar y ayudarlos a encontrar la ventana para aflorar y recuperar el gusto por la vida.

Para todos los demás, que no tienen un padecimiento patológico, y que es cuestión de carácter. Este es un problema que no se resolverá de inmediato, es algo en lo que se debe trabajar todos los días. El antídoto es una buena actitud, virtudes como la  disciplina, la perseverancia, perder el miedo al fracaso e intentar hacer las cosas, aun cuando los resultados no sean exactamente como los esperamos, no hay peor decisión que la que no se toma.

No hay forma más equivocada de enfrentar un problema que el querer evitarlo siempre, debemos enfrentar las diferentes situaciones que la vida nos presenta, con las mejores herramientas a nuestro alcance, con todo ese cúmulo de valores y virtudes que se nos han inculcado desde pequeños, en casa, en nuestra escuela y que la vida nos ha enseñado: como el honor, la dignidad, la lealtad, la prudencia, la temperancia, el coraje, la justicia, la generosidad, la compasión, la misericordia, la gratitud, la humildad, la dulzura, la buena fe, el humor,  el amor y muchos otros más…

 

APRECIABLES LECTORES, MI PUNTO DE VISTA ES Y SERÁ SIEMPRE SOLO LA VISTA DE UN PUNTO. HASTA PRONTO.

 

¡ES CUANTO!

 

 

Fermín Villaseñor

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