¿Qué o quiénes limitarán el poder de AMLO y los morenistas?
 
Hace (67) meses
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Carlos Salinas ganó la presidencia de la república en 1988. En las elecciones federales que se realizaron el 6 de julio de ese año, su partido, el PRI, se quedó con 60 de las 64 senadurías y con 260 de las 500 diputaciones federales, además de que hasta 1989 tuvo en su poder las 31 gubernaturas. En las elecciones intermedias de 1991, el número de diputados priistas aumentó a 320.
A pesar de no tener una mayoría aplastante en el Congreso federal, Salinas manejó al país a su antojo: removió a 14 gobernadores, ya sea para incorporarlos a su gabinete o porque le representaban un problema político; impuso las reformas neoliberales que empezó a promover durante el gobierno de Miguel de la Madrid, de quien fue secretario de Programación y Presupuesto; privatizó, de manera poco clara y transparente, a casi todas las empresas paraestatales; doblegó el poder de los sindicatos más poderosos del país encarcelando a sus dirigentes. En fin, hizo y deshizo sin que nadie ni nada pudiera evitarlo.
Claro que entonces hubo voces que se alzaron contra él y sus decisiones, pero, desafortunadamente, esas críticas no trascendieron porque la mayoría de los principales medios de comunicación eran controlados de diversas maneras por una Secretaría de Gobernación que actuaba como una Secretaría de la Represión. (Yo dejé de trabajar durante seis meses después de que un secretario de estado, hoy convertido en banquero, me denunció ante esa secretaría por señalar los términos desventajosos para México que contenía un TLCAN que entonces se negociaba entre nuestro país, Estados Unidos y Canadá).
Las críticas y ataques contra Salinas y su gobierno tampoco penetraron en la sociedad porque entonces no existían el internet, los gadgets ni las redes sociales a las que hoy tienen acceso millones de personas que las usan para mantenerse bien o mal informados de lo que ocurre en el país y que, además, les permiten ser generadores y difusores de noticias falsas o verdaderas y de opiniones bien fundadas o francamente idiotas.
Ahora, exactamente 30 años después de que Salinas asumiera la presidencia, lo hará Andrés Manuel López Obrador, quien ganó la reciente elección presidencial con más votos que los que obtuvo su antecesor (53% vs 49%) y se quedó con el control del Congreso federal y la mayoría en 19 congresos estatales.
Y, a diferencia de hace 30 años, el nuevo presidente no podrá manejar al país como lo hizo Salinas sin mayor problema o preocupación. Porque hoy la gran mayoría de comunicadores, periodistas, analistas, líderes empresariales, religiosos y sindicales, dirigentes de organizaciones de la sociedad civil y de ONG son libres de decir lo que no les parece bien de su gobierno y de sus funcionarios. Y lo que dicen se difunde no solo a través de los medios tradicionales, como son los periódicos, revistas, radio y televisión, sino por las redes sociales y sitios web, que es virtualmente imposibles silenciar.
Los nuevos medios de comunicación y quienes a través de ellos se expresan serán quienes limiten el poder de Andrés Manuel y sus morenistas en caso de que quieran abusar del poder que la mayoría de los mexicanos les ha conferido.

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