¿Sirven de algo las marchas y manifestaciones callejeras?
 
Hace (58) meses
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Eduardo Ruiz-Healy

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El domingo marcharon unas 15 000 personas —según las cifras de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) de la Ciudad de México— desde el Ángel de la Independencia al Monumento a la Revolución para protestar contra el presidente Andrés Manuel López Obrador y su forma de gobernar al país.

La organización que convocó a la marcha, Nosotros Somos Chalecos México, aseguró que fueron 70 000 asistentes, de acuerdo a un tuit difundido por medio de su cuenta @NSChalecosMx.

En su página de Facebook, dicha organización se presenta así: “Todos somos México. Somos los ciudadanos que sin distinción de color, credo, género, ideología, saldremos a las calles si este mal gobierno no deja de cometer arbitrariedades…”.

Por tratarse de un grupo creado por ciudadanos que supuestamente no distinguen ideología, llama la atención que los grupos afines sugeridos por la propia red social sean Mexicanos con Anaya, Mexicanos al Grito de Anaya!!!, Calderonistas por Convicción, Red Ciudadana por un México Libre, Todo México con Ricardo Anaya y otras similares.

Es decir, los algoritmos determinan que Nosotros Somos Chalecos México es similar a grupos en Facebook que apoyan al expresidente Felipe Calderón o al excandidato presidencial panista. ¿Será un error de los algoritmos o éstos determinaron que los Chalecos tienen una clara tendencia política? Eso le toca responder a quienes están al frente de esta organización.

Ahora bien, ¿sirvieron de algo las marchas que el 5 de mayo se realizaron para protestar contra AMLO? ¿Renunciará el presidente porqué así se lo exigieron algunos de los marchistas?

A juzgar por numerosos estudios que se han realizado para medir la efectividad de las marchas callejeras para promover un cambio político, social o económico, la respuesta es no (aunque ciertamente ha habido excepciones, como las que contribuyeron a derrocar a los gobernantes de Egipto en 2011, y de Ucrania en 2014).

Las marchas y manifestaciones perdieron su efectividad, dicen los expertos, porque quienes en ellas participan no tienen una relación formal entre sí; tampoco existe una jerarquía clara ni líderes identificables.

Antes, eran organizadas por activistas que la gente conocía y que seguían actuando políticamente después de cada manifestación.

Hoy, las invitaciones a las manifestaciones se hacen a través de las redes sociales y provienen de grupos desconocidos cuyos líderes son igualmente desconocidos. Las redes sociales viralizan las convocatorias, pero terminada la marcha, la mayoría de los participantes se regresan a sus casas creyendo que gracias a su caminata, gritos, eslóganes y pancartas lograrán provocar el cambio deseado.

En su artículo titulado Why Street Protests Don’t Work, que se publicó el 7 de abril de 2014 en la revista estadounidense The Atlantic, Moises Naim escribió: “Lo que hemos presenciado en los últimos años es la popularización de las marchas callejeras sin un plan para lo que sucederá a continuación y para mantener a los manifestantes comprometidos e integrados en el proceso político. Es solo la última manifestación de la peligrosa ilusión de que es posible tener democracia sin partidos políticos, y que las protestas callejeras basadas más en las redes sociales que en la organización política sostenida es la manera de cambiar la sociedad”.

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