Soy una ruina
 
Hace (70) meses
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En el barrio dicen que Madito es joto. No lo es. Te lo digo yo, que lo he tratado. Es cierto: a los 40 años de edad nunca ha tenido novia, pero es que está entregado en cuerpo y alma a cuidar a su mamá. Tú conociste a doña Nuri. Hablo en pasado porque desde que una embolia la dejó impedida ya nunca sale de su casa. Es como si se hubiera muerto. Madito es el único que ve por ella, pues no tienen familia. “Estamos solos en el mundo”, dice. La baña todos los días; la viste, la peina y hasta la maquilla. Siempre la trae muy arregladita, y eso que nadie la mira aparte de él. Doña Nuri no quiere que la vean. “Soy una ruina”. En sus tiempos fue muy guapa, según los que la conocieron. Tuvo un novio, un joven de condición modesta que la quería mucho. Se iban a casar. Pero llegó al pueblo un nuevo superintendente de la fábrica; la deslumbró y la sedujo. Cuando el tipo supo que la había embarazado se desapareció de la noche a la mañana y no se volvió a saber de él. Su antiguo novio insistía en casarse con ella. Le daría nombre al niño y lo vería como suyo. “No lo hago por caridad, Nurita, te lo juro. Lo hago por amor. Te quiero, y quiero estar contigo para siempre. Hazme tú esa caridad a mí”. Las amigas de Nuri le decían: “Aprovecha, no seas tonta”. Ella se negó. Le dijo al hombre que la amaba: “Ya eché yo a perder mi vida. No voy a echar a perder también la tuya”. Y es que en los pueblos todo se sabe. Tuvo al niño. Su mamá le había pedido de rodillas a su esposo que le permitiera tenerlo en su casa. Cuando nació la criatura Nuri se despidió de su madre y se fue a la ciudad. Ahí se empleó de criada en casas donde le permitían tener consigo a su hijo. A cada rato debía cambiar de trabajo porque el patrón quería con ella: había tenido un hijo de soltera; eso quería decir que estaba disponible. Ella no estaba disponible para nadie más que para su hijo. Por fortna así como hay gente mala también hay gente buena. Los pesimistas dicen que muy poca, pero la que hay es suficiente para hacer que este mundo sea habitable. Uno de sus patrones le consiguió trabajo en una escuela. Así pudo ella poner a su hijo en la primaria, y luego en la secundaria. Ahora viven de la pensión de doña Nuri, y usan el servicio médico del sindicato. Ella no volvió a tener nunca trato con varón. Tampoco Madito ha conocido mujer. No vive más que para su mamá. Le hace la comida y se la da en la boca; sonríe cuando ella tiene uno de sus accesos de ira y lo llama inútil y pendejo. La lleva en brazos de su cama al sillón de la sala; del sillón de la sala a la banca del jardín, a donde la saca una hora cada día a que le dé el sol. La señora pesa mucho, pero se niega a usar silla de ruedas. Dice que no está paralítica. La verdad es que sí lo está, y su hijo batalla para cargarla. Le digo que doña Nuri le debe estar eternamente agradecida, y él sonríe: “Yo soy el que le estoy eternamente agradecido a ella. Le da sentido a mi vida. Soy Amado porque tengo una amada. Vivo porque para ella vivo”. Seguramente Madito se irá al Cielo con todo y zapatos, como antes se decía. Cuando llegue ahí lo primero que hará será buscar a su mamá para seguir cuidando de ella. Llámame cursi por decir tal cosa, pero tiene que haber un Cielo para Madito y los que son como él. Aquí abajo no hay justicia, pero allá arriba sí. En el barrio dicen que Madito es joto, pero en los barrios del Señor dirán que es santo. Y el buen Jesús hará que doña Nuri ya no pese tanto, para que su hijo pueda pasearla en brazos por todo el paraíso y sacarla al jardín del Edén a que le dé el gran sol de Dios. FIN.

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