Sucesión en la UNAM: la mano de Narro
 
Hace (56) meses
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Salvador García Soto
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En la Universidad Nacional hay en estos momentos un poder formal y un poder real. En la ruta por definir la próxima sucesión en la rectoría universitaria, el poder formal, en manos del rector Enrique Graue, está supeditado en los hechos al poder real, que detenta el exrector José Narro, quien opera para tener un control de las distintas opciones de personajes y grupos que empiezan a moverse con miras a la elección de un nuevo rector en noviembre próximo.

Tras su efímero intento de buscar la dirigencia nacional del PRI, el exrector se refugió en la UNAM con miras a apoyar la reelección de su sucesor Enrique Graue, y enfrentar un posible embate de Morena y de la Cuarta Transformación para hacerse del control de la rectoría universitaria. Graue le ha permitido seguir moviendo los hilos y el exrector priista sigue controlando los destinos de la institución: desde la burocracia de alto nivel hasta la grilla de alcantarilla, por lo que si el rector se reelige con su apoyo, el margen y la influencia de Narro Robles crecerá aún más.

Pero la posibilidad de la reelección se empieza a complicar por la falta de resultados del médico Graue que, entre otras cosas, prometió al llegar a Rectoría la recuperación del Auditorio Justo Sierra de Filosofía y Letras. Hoy el espacio sigue en manos de una pandilla de delincuentes que comercian ilegalmente todo lo que pueden y cobran derecho de piso a los ambulantes. Durante su gestión ha habido un sinnúmero de crisis de seguridad, asesinatos no aclarados, disparos, venta de droga, inseguridad y violencia en las instalaciones universitarias, mientras los conflictos estudiantiles no han dejado de ocurrir.

Todo esto aumenta el rechazo de la comunidad universitaria a que Graue se reelija porque lo acusan de mantener intacta a la burocracia universitaria que heredó de su antecesor. Por ejemplo, de acuerdo al organigrama de la UNAM, su secretario general se llama Leonardo Lomelí, pero en la práctica quien ejerce las funciones es Enrique del Val, operador de Narro. La secretaria particular de la Rectoría y la mitad de directores y secretarios administrativos de la Universidad se cuadran con Del Val.

A su vez en los caminos de la universidad de pie, el operador de Narro Robles se llama Jaime Vázquez. Formalmente Vázquez es coordinador en la Secretaría de Atención a la Comunidad Universitaria, pero en los hechos maneja, con cargo al erario de la casa de estudios, una amplia red de personas y jóvenes que le pasan información “confidencial” de la institución, que él maneja discrecionalmente. También controla a grupos estudiantiles de presión con los que Vázquez crea y apaga conflictos. Eso le ha permitido subsistir por más de una década. Pero su trabajo ya deja muchas dudas porque con su gran aparato no ha podido advertir a sus superiores de ninguna problemática previa a que ésta suceda. Y así, con Del Val en las alturas y Vázquez en los subsuelos, Narro ejerce un control casi total sobre la rectoría de Graue.

Pero si el rector actual se le desinfla y no gana la reelección, el exrector Narro prepara otros candidatos como el Ombudsman, Luis Raúl González Pérez, quien aunque es bien visto en la UNAM, no lo quieren en la Presidencia de la República y costaría trabajo convencer a la Junta de Gobierno de que es el candidato idóneo.

Y aún en el escenario más adverso, el exrector también tiene un “Plan B”. Si en la Junta de Gobierno se impusiera la candidata de Morena a la rectoría, Angélica Cuéllar, directora de Ciencias Políticas y Sociales; Arturo Chávez, el secretario general de la Facultad y quién es la mano derecha de Cuéllar, tiene una estrecha relación con Jaime Vázquez, el operador de tierra de Narro, con lo cual, en caso de que el grupo de Morena llegara a controlar la rectoría, Narro tendría sus conexiones de protección.

Sin embargo, ese es el último escenario que el exrector considera y para evitarlo fue que dejó su fallida candidatura en el PRI y abandonó el partido en donde militó para pelear desde la trinchera universitaria e intentar regresarle la “cortesía” al presidente Andrés Manuel López Obrador, a quien responsabiliza de su descarrilamiento en el proceso priista. De ser así, la UNAM podría convertirse en el campo ideológico para iniciar la guerra contra la Cuarta Transformación. Ese es el plan de Narro y para ello maneja sus cartas desde tres meses antes de que se reúna la Junta de Gobierno para deliberar sobre la elección del nuevo rector; pero como dicen los viejos universitarios, la Junta es tan impredecible que puede elegir a cualquiera… Capicúa de los dados. Se repone el tiro.

 

 

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