¿Y dónde está el general?
 
Hace (52) meses
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Salvador García Soto
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Asistente asiduo a las conferencias mañaneras y uno de los miembros del gabinete con los que a diario hablaba el presidente López Obrador, al general secretario de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval, no se le ha visto en lo que va de esta semana en Palacio Nacional y no ha aparecido en eventos en donde se convoca al gabinete de seguridad federal.

Su ausencia llama la atención porque se produce justo cuando crecen las versiones de una “fractura” y un “choque” en la relación entre los mandos del Ejército mexicano, sobre todo en las cúpulas castrenses y el mando civil del presidente de la República, a partir de cuestionamientos a la política del actual gobierno y a la ideología, “dominante, que no mayoritaria”, de la 4T, que fueron hechos en un discurso del divisionario Carlos Gaytán Ochoa con generales del Ejército que encabezaba precisamente el titular de la Defensa Nacional, Luis Cresencio, justo cinco días después del fallido operativo en Culiacán, que terminó con la liberación de Ovidio Guzmán.

Los comentarios de ese discurso, avalado en aquel evento del 22 de octubre con aplausos de pie por los miembros de las cúpulas castrenses, que conocieron y consensuaron previamente el contenido del mensaje leído por Gaytán Ochoa, provocaron la molestia del presidente López Obrador, que primero los calificó ingenuamente como “un acto de libertad de expresión”, pero después, cuando el tema creció y se dimensionaron las críticas y el desafío que aquellas palabras significaban al venir de un sector importante de las Fuerzas Armadas, el mandatario comenzó a hablar de una amenaza de “golpe de Estado” a su gobierno y consideró “imprudentes” las palabras del exsubsecretario de la Defensa.

Por eso extraña que la última vez que se vio en Palacio Nacional, en la conferencia mañanera, al secretario de la Defensa, fuera el viernes que estalló el escándalo y la tensión entre esos grupos cupulares del Ejército y el presidente. La ausencia del general se hizo más evidente el martes durante la crisis del cruel atentado contra nueve integrantes de la familia LeBarón en Bavispe, Sonora, a donde el presidente mandó a Marcelo Ebrard, a la cabeza del gabinete de seguridad, pero en el grupo que acompañaba al canciller iban el secretario de la Marina, Rafael Ojeda, el director de la Comisión Nacional de Inteligencia, Audomaro Martínez Zapata, y del jefe del Estado Mayor de la Defensa, Homero Mendoza Ruiz.

Curiosamente, el canciller Ebrard justificó la ausencia del secretario de Seguridad federal, Alfonso Durazo, “porque tenía comparecencia en el Congreso”, pero nunca explicó por qué no había acudido el general Cresencio Sandoval y en su lugar iba solo el jefe del Estado Mayor de la Sedena.

Desde que nombró al general Luis Cresencio Sandoval, a quien no conocía, pero recibió muy buenas referencias de su militar de más confianza el general retirado Audomaro Martínez Zapata, el presidente rompió con las reglas históricas y con el escalafón que operaba en el Ejército para el nombramiento del general secretario. Cresencio ocupaba el lugar número 12 en la lista de escalafón de los generales elegibles para titular de la Defensa y al nombrarlo, varias generaciones de divisionarios que se sentían con méritos y trayectoria se sintieron desplazados e ignorados por el nuevo gobierno.

Hoy no está claro si en la molestia que corre en las cúpulas del Ejército y del desafío abierto que un sector de los militares le lanzó al presidente López Obrador está o no incluido el secretario de la Defensa, porque también hay otro sector del Ejército que sigue leal a la Cuarta Transformación. Por lo pronto, lo que es un hecho es que el general secretario estuvo presente, escuchó y avaló el discurso incómodo y rebelde del general Gaytán Ochoa, y que, a diferencia de los 11 meses de este gobierno, cuando no pasaba día sin que se le viera o en la mañanera o conversando con el presidente en su despacho después de la reunión diaria del gabinete de seguridad, hoy no se ve al general Sandoval y la tensión entre un grupo cupular del Ejército y el gobierno lopezobradorista es ya inocultable.

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