Los seres humanos consumimos drogas todos los días y en exceso. Consumimos en exceso drogas legales como cafeína, teína, nicotina, alcohol etílico, azúcar, alcaloides como la teobromina y la feniletilamina, sustancias adictivas que contiene el chocolate. Con recetas médicas, millones consumen clonazepam o alguna otra droga antidepresiva o ansiolítica.
Miles o millones más consumimos cannabis de manera recreativa o medicinal y otros más consumen drogas ilegales duras como la cocaína, metanfetaminas y drogas-medicinas tradicionales cada vez más de moda como la ayahuasca. En el 2006, Felipe Calderón justificó el lanzamiento de la guerra contra el narco argumentando que era “para que las drogas no llegaran a tus hijos”. Casi doce años después, conocemos el saldo. Casi un cuarto de millón de homicidios, más de 33 mil desaparecidos, múltiples violaciones a los derechos humanos y sin un diagnóstico claro de uso de drogas en México. Una guerra fallida con una estrategia irresponsable y sin que se haya procesado en tribunales nacionales o internacionales a los responsables de esta guerra.
Hablar de drogas sigue siendo un tabú en México. Falta información clara en torno a un uso responsable, faltan campañas de prevención y persiste el estigma en torno a los consumidores de drogas ilegales, mientras que hay una permisividad hasta celebratoria de quienes usan drogas legales como el alcohol, pero esta actitud empieza a cambiar gracias a la ola de regulación en Estados Unidos y gracias especialmente al activismo de académicos, usuarios de drogas y expertos mexicanos que organizan foros, acuden a la marcha cannábica, ganan amparos para uso de cannabis medicinal o que traen a la Ciudad de México iniciativas como el Museo de Drogas, una iniciativa encaminada a pensar en los efectos sociales de la política de drogas.
Pese a que llevamos 12 años de una estrategia fallida, las campañas presidenciales aún no se atreven a proponer un enfoque radicalmente distinto. Margarita Zavala hoy defiende lo hecho por su marido y propone más de lo mismo. Jaime Rodríguez Calderón tiene como propuesta 23 “aprovechar el conocimiento de expertos mexicanos en seguridad y contratar a asesores internacionales”, así sin más. Por su lado, José Antonio Meade propone un “enfoque integral” de siete puntos entre los que destacan “incremento al sueldo de las fuerzas armadas” y “aplicación de la ley en lugar de negociarla”. Los dos candidatos que sí tienen oportunidad de ganar esta contienda tampoco han hablado claramente sobre un nuevo paradigma.
Ricardo Anaya ha criticado el enfoque actual y en su plataforma tímidamente incluye la “reducción de daños y riesgos en el consumo de drogas” (política de prevención), así como “establecer medidas eficaces contra el consumo y tráfico de drogas en reclusorios” (política punitiva).
Finalmente, el puntero AMLO ha centrado el discurso en una política de amnistía, que sí parece implicar un cambio en el paradigma, pero que no termina aún de ser claramente detallada. Además en la plataforma Proyecto18 se señala que “se pidió que las propuestas de todos los ejes temáticos contribuyan a devolver la paz a las calles y los hogares”, así como “sustituir el narcotráfico como opción económica para los jóvenes por oportunidades de educación y trabajo honesto” y “relanzar el programa nacional de prevención de la violencia”.
Salvo lo de la amnistía, tampoco AMLO propone un nuevo enfoque en la política de drogas. Hablemos de drogas en nuestros entornos y exijámosles a los candidatos presidenciales que nos digan qué piensan del tema. Más allá de preguntarles cuáles son las drogas legales que consumen y si han consumido también ilegales, lo que ocupa es conocer si favorecen una regulación del mercado como alternativa o si continuarán la actual estrategia sin sentido.
