A 28 años de cárcel fue sentenciada una joven ligada a un grupo del crimen organizado que en el 2013 ejecutó a un hombre que manejaba un taxi pirata, en Guadalupe.
María Luisa Medrano Burciaga, ahora de 26 años, apodada “Panco”, internada en el reclusorio femenil, fue sentenciada en el Juzgado Primero Penal del Estado, cuyo titular la declaró responsable de homicidio calificado y narcomenudeo.
Además se le condenó al pago de 138 mil pesos como reparación del daño a los familiares de José Luis Gallardo Rico, de 47 años, quien murió de un balazo que ingresó por la parte trasera del el hombro derecho y salió por el lado izquierdo del tórax.
La ejecución se cometió el 9 de mayo del 2013 a las 15:30 horas en Cerro del Peñón y Cerro de la Campana en la Colonia El Peñón Segundo Sector, a donde la joven pidió a su víctima que la llevara.
El fallo estableció que Medrano Burciaga llegó con su bolso de mano 5 minutos antes hasta la base de taxis pirata de la calle El Peñón, solicitó los servicios de Gallardo Rico y abordó el Volkswagen sedán.
Cuando el chofer se detuvo en el citado cruce, la agresora abrió su bolsa supuestamente para pagar, sin embargo sacó una escuadra calibre 9 milímetros y disparó en dos ocasiones contra el conductor.
Descendió del auto, caminó una cuadra y llegó hasta donde estaba un Jetta gris, donde la esperaba Víctor Hugo Presas Pérez, y huyeron.
El 22 de mayo del 2013 a las 18:30 horas, Medrano Burciaga y su cómplice fueron capturados por agentes ministeriales cuando estaban en el mismo Jetta en el estacionamiento de la tienda HEB de la Avenida Miguel Alemán en la Colonia Libertad.
Los agentes les decomisaron 200 envoltorios de mariguana que pesaron 427.9 gramos, por lo que fueron procesados por narcomenudeo, después se les acusó por homicidio.
En su declaración ante el Ministerio Público la mujer dijo tener dos meses como sicaria y distribuidora de droga para un grupo delictivo al que ella llamó Los Zetas, y ella surtía los puntos de venta de droga de Guadalupe, Apodaca y San Nicolás.
Medrano Burciaga declaró ser su chofer y pertenecer al mismo grupo.
Aunque negó su implicación y se defendió 6 años con apelaciones y amparos, finalmente se le condenó por una huella dactilar suya encontrada en el auto del occiso.
Gabriel Talavera
Agencia Reforma
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