Desde hace casi dos años, Rubén Ángeles toca el violonchelo en las calles de diferentes ciudades de Hidalgo para acompañar con sus notas a los paseantes y provocarles emociones, principal objetivo de la música.
Para él, es un regalo ver que quienes pasan a su lado y lo escuchan tocar tienen una reacción positiva.
“El público es muy diferente. Es grato cuando pasa alguien, voltea y sonríe: un señor, un chavo, una viejita, cualquier persona. Creo que se llevan algo padre, quizá no se acercaron por una tarjeta o a dejar una moneda, pero es bonito para ellos y para mí”, señala.
La historia Rubén en la música comenzó cuando era niño, haciendo –primero- ruido con ollas y palos, lo que dio pie a que tocara las percusiones, que se reforzaba siempre que escuchaba a los grupos en las fiestas. Luego aprendía viendo las clases de guitarra de su hermano, quien lo orientó para mejorar.
El grupo de Ixmiquilpan Mari Lechuga fue su primer precedente en la música, y con los años lo invitaron a tocar rock junto con ellos. Después siguió la licenciatura en Música y fue ahí cuando conoció el violonchelo.
Hace casi dos años, Rubén Ángeles decidió tocar en las plazas públicas, después de tener trabajos convencionales que le habían alejado del chelo por un tiempo. En Semana Santa fue a tocar a Real del Monte. “Tenía un amplificador de guitarra que no sonaba nada bien, pero comencé con música clásica y tres piezas de pop”, dice el músico.
El violonchelista asegura que tocar una pieza ofrece atmósferas totalmente diferentes, pues algunas son muy melancólicas y la gente se conmueve con ellas, por lo que logra una conexión que pocas profesiones ofrecen.
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Sara Elizondo I Pachuca
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