El 17 de mayo de 1998 cambió la historia de los Tuzos del Pachuca. Aquel día terminó el constante sufrimiento que vivían los aficionados blanquiazules cada seis meses, en los que el equipo pasaba de la gloria al infierno, de la primera división a la segunda o primera A.

Aquel día marcó un parteaguas, pues fue el último y definitivo ascenso, a partir del cual comenzó la época dorada de la centenaria historia del cuadro hidalguense. Con ese título comenzó el despegue de un equipo que ha marcado la primera década del siglo XXI y que, gracias a su impulso en diversos aspectos extracancha, se convirtió en uno de los más importantes de la Liga MX.

Ese título ante Tigrillos le dejó grandes cosas al club, pues para el siguiente torneo la directiva armó un equipo con hombres de experiencia y prospectos jóvenes con los que logró tener torneos aceptables en la primera división que les permitieron mantenerse.

Inolvidables son los nombres de Marco de Almeida, Octavio Valdez, José Enrique Garcia, Carlos Maria Morales El Tanque, Efraín Herrera Cuchillo, Alberto Rodríguez, Rodrigo Fernández, Ignacio Palou, entre otros, dirigidos por Andrés Fassi, quien tomó las riendas del equipo durante varios meses tras problemas de salud de Rubén Ratón Ayala.

Ahí se debe reconocer la gestión de Jesús Martínez, que supo impulsar a su escuadra hasta convertirla en una institución de gran importancia y con grandes éxitos, conquistando en esos 20 años seis títulos de la Liga MX, cinco coronas de la Concachampions, el único título de un equipo mexicano en Conmebol: la Copa Sudamericana 2006, y asistir a cuatro ediciones del Mundial de Clubes, algo que aquel 17 de mayo marcó como el inicio de todo ese éxito.

Esperemos que los Tuzos se mantengan como hasta ahora en esos 20 años que abarcamos en este espacio y no vuelvan a pasar el sufrimiento de aquellos años que marcaron a
muchos aficionados, que ahora que han vivió la gloria de ser uno de los más competitivos del fútbol mexicano y del continente lo disfrutan, compensando esas épocas de dolor
y lágrimas.

Alfonso Rivera I Pachuca