Rusia 2018 será recordado como el Mundial de las lecciones. Fue el campeonato que nos recordó que los equipos siempre serán más efectivos que el individuo, y que el coraje puede hacer más resistentes a las piernas. De Moscú a San Petersburgo y de Kazán a Sochi, los aficionados mostraron de nuevo que a pesar de la diferencia de colores en las camisetas, existen pasiones comunes que, bien entendidas, son catalizadores de unidad y tolerancia.

Las actuaciones de Argentina y Portugal fueron decepcionantes, aunque no restan nada a las carreras de Messi y Cristiano, que ya tienen su lugar entre los mejores de la historia; sin embargo, si alguno hubiera ganado este torneo, tendría todos los argumentos para ser considerado el mejor de todos los tiempos, con el perdón de Pelé. El poco protagonismo de ambos jugadores se debe simplemente a que en sus clubes son punta de lanza gracias al respaldo de un fuerte conjunto, cosa que ni lusitanos ni pamperos poseen. Ningún astro, por más brillante que sea, será mejor que una constelación de mentes funcionado a un mismo tono.

La reinvención del futbol es la vuelta a las bases. Suecia, Croacia, Inglaterra, Francia y Bélgica, escuadras que hicieron un buen Mundial, basan sus esquemas tácticos en el orden, pero no en uno ultradefensivo, sino en uno que aproveche las capacidades de cada uno de los jugadores para lograr el gol. Qué fresco que los técnicos no quieran rehacer el balompié, a excepción de algunos a los que no les resultó, como a Juan Carlos Osorio.

Croacia y Francia mostraron, además de buen futbol, situaciones socioculturales que se amplificaron en el Mundial. En un mundo que está siendo testigo del renacimiento de la xenofobia y del nacionalismo, que una selección repleta de inmigrantes sea la campeona, muestra los beneficios de la multiculturalidad y de la tolerancia. Los jugadores franceses no esconden su identidad africana y a la vez adaptan a la cultura de la nación que coronaron.

Croacia, por su parte, una nación joven golpeada por la guerra, demostró que el trabajo, el talento y la disposición a superar las desgracias políticas renuevan el espíritu humano. El contraste del pasado de Modric y Rakitic con su presente es un ejemplo para cualquier hombre y mujer con anhelos de grandeza.

Qatar 2022 ya no tendrá a Iniesta. Es difícil que Messi y Cristiano lleguen. Vendrá una nueva generación de estrellas, de hombres que renueven las ilusiones de cada fanático y de cada persona que gusta de ponerse los tacos y saltar a la cancha.

Alfonso E. Robles