Lo que le faltaba de piernas a Croacia le sobró de corazón.

La determinación con la que se batieron los croatas los llevó a darle un golpe a la historia, al pegarle 2-1 al representativo inglés y alzar la mano como contendientes de Francia el próximo domingo en el estadio Luzhniki, en la final de Rusia 2018.

En todos su partidos de ronda Croacia fue al alargue, como ocurrió ayer al reponerse al tempranero gol de Kieran Trippier, un tiro brutal al ángulo izquierdo, que solo enardeció a los guerreros que igualaron por conducto de Ivan Perisic y que en el tiempo extra pondrían de cabeza este Mundial con el tanto de Mario Mandzukic.

El futbol no siempre le hace justicia al que mejor trata la pelota, al que más hace por ganar, pero esta vez le dio la merecida recompensa a los balcánicos.

Si algo tuvieron en común los goles croatas fue el ímpetu para ir por cada balón, entendiendo que en un Mundial no hay mañana. Perisic hizo un golazo ganándole la espalda a Trippier y anticipándose a Kyle Walker, para raspar la pelota casi con los tachones del botín izquierdo y batir por fin a Jordan Pickford.

En el segundo tanto, otra vez Perisic, quien minutos antes había reventado la pelota en el poste izquierdo, se impuso por aire a John Stones y habilitó a Mario Mandzukic, cuyo zurdazo al 111’ encaminó la gran sorpresa de este Mundial.

Esos valientes croatas, muchos de ellos forjados en plena guerra como su emblema Luka Modric y con tantos kilómetros encima, sobrevivieron a la reacción inglesa, equipo joven al que no le bastó con la calidad técnica para regresar a una final desde 1966, y vio a sus rivales correr hacia una de las cabeceras para entregarse a su gente que atestiguó historia pura.

En la semifinal del Mundial de Francia, los galos eliminaron a la que hasta ahora era la mejor versión croata de la historia, la de Davor Suker. Hoy, la de guerreros como Modric, Iván Rakitic y Perisic, elegido con justa razón como el hombre del juego, retará una vez más a uno de los favoritos, con un partido más encima, pero a los que les corre mucha sangre por las venas, con un corazón que late a mil por hora ante su primera Final de Copa del Mundo.

Edgar Contreras I Agencia Reforma