Messi: la tragedia del genio
 
Hace (70) meses
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Pocos jugadores, o quizá ninguno, debutaron profesionalmente con la obligación de ser herederos. Si bien los brasileños cargan con la losa de Pelé, realmente Ronaldinho, Ronaldo y Romario no parecieron estar destinados a igualarlo, ya no digamos superarlo: Neymar, a pesar de lo que diga la prensa, no parece que quiera el reto de estar a la par de O Rei, quien a sus 17 años ganó un Mundial, anotando dos goles en la final ante Suecia. A Zidane, en Francia, nunca le exigieron destronar a Platini, y las exitosas carreras de los portugueses Eusebio y Luis Figo no fueron motivo para demeritar lo logrado por Cristiano Ronaldo. Solo Lionel Messi sale a la cancha con la encomienda de mostrar que las máximas alturas son su terreno natural.

En Todo Messi, libro de crónicas publicado este año por Anagrama, el periodista Jordi Puntí cuenta que cuando Lionel debutó en 2003 con el Barcelona (en la inauguración del estadio del Porto) el argentino sustituyó a Fernando Navarro en el minuto 74 y “mientras se encaminaba hacia la zona del campo que el entrenador le había asignado, el comentarista de la televisión portuguesa dijo: ‘En Cataluña dicen que les recuerda a Maradona’”. Esa ha sido la obligación de Messi con Argentina: cruzar el desierto y subirse al altar de Diego para que todo un pueblo lo nombre el sucesor. La zurda mágica, los goles innombrables y el regate divino. Todo lo tiene, pero falta la copa y, sin eso, la única salida es el juicio al genio.

Dicha deuda la saldó con el Barcelona desde hace mucho, pues también se le señaló como sucesor de Ronaldinho, a quien ya dejó atrás tanto en títulos con la camiseta blaugrana como en idolatría culé. Messi es un jugador que, a la par de Jordan y Federer en sus disciplinas, despierta a los desinteresados a acercarse al futbol y hasta llamarse hinchas del Barca. La Pulga define el juego de su club y sirve de estandarte a una forma de entender el balompié y la vida: cadencia y conjunto.

Si no fuera futbolista, a Lionel nadie le prestaría atención. Es bajito, tímido y tiene gestos que parecen decir “déjen-
me en paz”. Pero, como los genios, hace una sola cosa muy bien. Messi despertó al Barcelona a nivel internacional, pues el equipo tenía renombre pero pocos títulos. Cuatro Champions, varias ligas y el 10 perpetuo en la espalda ya le tienen un lugar asegurado en la historia a pesar de que le faltan cinco años buenos de carrera…y ganar
un Mundial.

El verdadero aficionado al futbol sabe que el balompié posee una dimensión estética alejada de las estadísticas. Si bien los goles y los títulos son lo que desea desde el recogepelotas hasta el directivo, hay momentos en el césped que no se pueden medir, y esos instantes los ha regalado Messi por montones, pero para él no basta. Es capaz de regresarnos a la infancia, hacer que nos reenamoremos del juego y que nos sintamos, como se siente él, con el corazón henchido cuando corremos con el balón. Lio nos reconcilia con la idea de que el futbol es inteligencia llevada a los pies, pero aun así quiere esa copa. Esa es su tragedia: el genio que no quiere serlo está obligado a vencer a todos para satisfacción de su pueblo. Aunque él no lo ambiciona, Rusia quizá sea su última oportunidad para demostrar, sin discusión, que sobre él no hay nadie.

 

 

Alfonso E. Robles

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