El matrimonio en las comunidades indígenas de Acaxochitlán, más que un contrato civil o religioso, es un acto ceremonial que trasciende el vínculo amoroso de la pareja e involucra a las familias de ambos que afirman el parentesco a través de una serie de rituales, explicó Angélica Oviedo Herrerías, antropóloga social.

“A diferencia del mestizo, en el indígena está muy presente la fertilidad, si una pareja no tiene hijos en estas comunidades pueden separarse y buscar la fertilidad, porque la intimidad es para procrear”, señaló.

La boda comienza con rituales de apadrinamiento, en los que se manda a un grupo de señoras de la tercera edad a solicitar la mano de la mujer.

“Normalmente en estas comunidades es en abril y mayo, considerados los meses de la fertilidad y casamentera en el municipio”, dijo Oviedo Herrerías.

“Al final de la misa, cuando se retira el sacerdote y la novia ofrece el ramo a la Santa Patrona de Santa Ana Tzacuala, comienza el reparto de regalos en la iglesia. De un lado todos los que son del marido, y del otro lado, los de la esposa”, relató.

En el ritual indígena sahúman y llevan a los novios a la entrada del templo, hincados les ponen el lazo y comienzan a caminar hacia el altar. Les prenden los sirios y con música de violín los reciben las ancianas que negociaron la boda, para bendecirlos y darles consejos.

Posteriormente, la pareja tiene que atravesar el pueblo, sin quitarse el lazo.

Nathali González I Acaxochitlán