Bicicleta, un transporte efectivo, pero con riesgos en algunas ciudades
 
Hace (82) meses
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Lorenzo García es un enfermero de 31 años que sale temprano para ir a trabajar, desde el municipio de Nezahualcóyotl, en el Estado de México, hasta la delegación Miguel Hidalgo de la capital mexicana. Recorre una distancia de casi 30 kilómetros, de los cuales una tercera parte lo hace en bicicleta.

Saliendo de la estación del metro se acerca a la primera cicloestación más cercana, usando únicamente su uniforme y maletín, verifica que el vehículo esté en condiciones de ser usado, ajusta el asiento, e inicia su camino entre calles y avenidas de gran afluencia vehicular como Insurgentes y Reforma, donde comparte los carriles con los autos.

Al transitar por un cruce peatonal hace sonar su campana, que anuncia su paso a la gente que se atraviesa la calle aun teniendo la luz roja en el semáforo, serpentea entre los autos que se estacionan sin avisar, coladeras destapadas o baches que a veces están cubiertos por el agua de las recientes lluvias.

Cuando realiza esta hazaña, intenta hacerlo de una forma precavida, pues conoce los riesgos que conlleva manejar entre tantos vehículos y el alcance que podría tener si alguno de estos lo golpea.

Datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) revelan que desde el año 2000 hasta 2015, al menos dos mil 190 ciclistas se han visto envueltos en accidentes de tránsito, siendo 2013 el año con la mayor cantidad de fallecimientos.

Hace poco más de dos años que Lorenzo comenzó a trasladarse de esta manera y no fue sino hasta noviembre del año anterior que sufrió un accidente 

“Cuando iba hacia mi casa, un coche salió de la calle rápidamente, el tipo que lo manejaba no volteo para asegurarse que nadie cruzara y me aventó el auto, al ver que estaban bien la bicicleta y yo, me dijo que luego pasara a su casa para darme dinero por algún gasto que saliera, cuando fui, no me dio nada y hasta se enojó”, relató. 

Desde entonces, el enfermero procura escuchar música solo con un auricular, pues afirma que el viaje se vuelve más placentero, aunque sigue siendo peligroso,  respeta las señalizaciones como si el también trajera un automóvil, dejando libre las cebras peatonales y las subidas para personas con discapacidad.

Confiesa que antes del accidente, en ocasiones cometía faltas que entonces desconocía, como circular por banquetas, sobre el camino del Metrobús o pasarse los semáforos aunque hubiera gente cruzando, infracciones señaladas en el Reglamento de Tránsito capitalino, capítulo III, del articulo 14 al 19.

No obstante, dicho reglamento carece de sanciones aplicadas a ciclistas que realicen actos indebidos, siendo una advertencia verbal el máximo castigo que puede recibir un conductor de bicicleta.

 

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