Todos contra Rosario Robles
 
Hace (66) meses
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Llegó de blanco. Blanco el vestido con olanes y blancos los zapatos, un moñito rosa en el pecho. “Estoy muy tranquila”, dijo antes de entrar. Durante más de siete horas, Rosario Robles quiso demostrar que entre todos los del Salón de Plenos era la de la conciencia más blanca y limpia.
Limpia del desvió de mil 900 millones de pesos que ha documentado la Auditoría Superior de la Federación (ASF) durante sus gestiones en la Secretaría de Desarrollo Social, de 2012 a 2015, y en la Secretaria de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, de 2015 a la fecha. Limpia también de la ineficiencia en la atención a los damnificados por los sismos de 2018.
“Tú tranquila, Rosario”, le dijo su compañero priista Luis Miranda, quien la sustituyó en la Sedesol, cuando la saludó a la mitad del pleno. Robles se sentó al centro de la tribuna frente a todas las acusaciones. Vestida de blanco, como símbolo de lo que se ha convertido el sexenio que se acaba: los funcionarios que parecen blanco fácil, pero casi sin temor de ningún castigo.
Apenas tuvo para presentar un informe: “El día de hoy, el 98 por ciento de los damnificados ya recibieron sus tarjetas con los recursos”, dijo. Después llegaron las acusaciones.
“Usted, secretaria, forma parte de una red de corrupción que encabeza la Administración de Enrique Peña Nieto, junto con el secretario Gerardo Ruiz Esparza, Luis Videgaray y Emilio Lozoya. Esa es la banda. Sin embargo, parece usted ser el eslabón más débil”, le espetó la diputada Martha Tagle. En el pleno aparecieron las mantas: Rosario Robles como la responsable del desvío de más de 7 mil millones de diversas dependencias, como demostró la ASF.
Era muy temprano, pero la secretaría también mostró lo que sería su defensa: “Me llama mucho la atención que usted, como mujer comprometida con las mujeres, haya caído en esa trampa”, dijo. La rechifla general, las risas, los gritos de “no sea cínica” llegaron del lado del PT, de Morena y hasta del PAN. Pero fue Tagle quien seguía al micrófono: “Del ya famoso ‘no te preocupes, Rosario’, tenemos que pasar al no te equivoques, Rosario: la condición de género no nos exime de ser señaladas por actos de corrupción”.
Rosario Robles sintió lo que es nadar en San Lázaro sin que el PRI tenga mayoría. A pesar de que estaban la mitad de los 255 diputados de Morena, algunos priistas ni si quiera se quedaron a salvarla. El ex presidente del partido Enrique Ochoa, por ejemplo, apenas la vio entrar y salió hacia su oficina.
Las acusaciones le llegaron por todos los flancos. Incluso por la amnistía que le habrá dado el Presidente Enrique Peña Nieto al inicio de su Administración con su “No te preocupes, Rosario, hay que aguantar”. Al dicho reciente del próximo presidente, Andrés Manuel López Obrador, de que Robles es sólo un chivo expiatorio.
“En realidad usted no tiene por qué preocuparse, ya le dieron perdón anticipado. ¿Quién se lo dio? El presidente electo”, añadió la panista Adriana Dávila.
“Yo no necesito que nadie me dé una amnistía. Yo no requiero absolutamente que nadie me perdone de antemano”, respondió la secretaria.
Detrás de ella su asistente personal, Yomaira Pacheco, se esmeraba en pasarle papeles, notas, cartulinas con datos. De vez en cuando el subsecretario de Ordenamiento Territorial, Enrique González Tiburcio, y el coordinador de asesores, Omar Garfias, le enviaban algo. Pero era más el repliegue que orquestaba la Secretaria: no hay ninguna prueba, ningún documento firmado por mí, me atacan por ser mujer. Ni se inmutaba, ni cuando Fernández Noroña pidió que se cancelara la comparecencia: “Si sigue en ese tono de cinismo y de burla, que sea cancelada”, le dijo. Noroña, en el extremo izquierdo, ya andaba entre las curules.
Apenas el priista Eduardo Zarzosa Sánchez quiso defenderla diciendo que la “Estafa Maestra” era en realidad una “Calumnia maestra” y preguntó sobre un plan de desarrollo para el aeropuerto. Fernández Noroña cruzó el Salón de Plenos gritando que era ese su tema. La priista Érika Sánchez pidió una moción de orden y Noroña llegó hasta a ella. El petista iba a decirle algo, pero cambió su trayectoria y fue a manotear con Luis Miranda.
“Fui a decirles qué les pasa, y el tipo se me puso bravo y yo tengo en la sangre, tengo el carácter vivo, eso consta en actas y le dije tres verdades, entonces René Juárez me puso ahí el bracito le dije ‘quítame tu bracito'”, dijo. Miranda, que como titular de la Sedesol, le dijo que a un diputado que no había estudiado psiquiatría para entenderla, ahora salió en defensa de su compañera.
“Mi compañera está embarazada y que la insulte siendo mujer, me parece muy, muy bajo, nos mentamos la madre concretamente sí y ya, sí por supuesto”, señaló, todavía con el sudor en la frente. “Antes que me diera un golpe yo lo descuento”.
Los paró el líder del PRI, René Juárez. Era el final de la primera ronda de intervenciones, y los coordinadores parlamentarios se reunieron detrás de la tribuna a negociar que se calmaran los ánimos y así fue. Dos rondas siguientes de soponcio. En el pleno quedaron apenas 110 curules ocupadas.
Ahí volvieron las acusaciones. “No sea cínica”, le dijo la morenista Sandra Simey Olvera. La petista Ana Karina Rojo Pimentel dijo que en un futuro será llamada corrupta. Fernández Noroña la acuso de ser amante de Carlos Ahumada.
Cuando fue acusado por violencia política de género, sacó su diccionario de la Real Academia: “Que ama: dicho de una cosa que manifiesta amor o se refiere a él, amado o querido, amantísimo lector”. La priista, Anilú Ingram también sacó el suyo: Patán: hombre que se comporta de forma ignorante, tosca y grosera”.
Los priistas volvieron a la carga. A los morenistas les recordaron la corrupción de la Línea 12 del Metro, los segundos pisos, el fideicomiso de Morena, a los panistas el caso de Oceanografía y la construcción de la Estela de Luz. ¿Qué, acaso ya se les olvidó?”, planteó el tricolor Pablo Treviño.
Entre el montón de calificativos, Robles salió por la derecha del Salón de Plenos. “El vestido blanco, diciendo, que muy bien, que muchas gracias, hasta besó a una reportera. Salió escoltada por los priistas, de ahí al vestíbulo y la perdieron por elevador. Quedó un grupo de 15 guerrerenses damnificados por los huracanes Manuel e Ingrid de 2013, quejándose de que la Sedesol les dio y les quitó sus casa reconstruidas. “Rosario Robles, antes de que se vaya entréguenos nuestras casas”, decía una manta. “Le dijeron de todo, ratera, mentirosas, corrupta, hasta amante de Ahumada”, dijo el coordinador del grupo, Romualdo Barrera, “y más le hubiéramos dicho nosotros, pero no nos dejaron”, dijo.

 

Jorge Ricardo
Agencia Reforma

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